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me hacia en la oracion y lo mucho que le debia, y veia cuán mal se lo pagaba, no lo podia sufrir, y enojábame en extremo de las muchas lágrimas, que por la culpa lloraba, cuando veia mi poca enmienda, que ni bastaban determinaciones, ni fatiga en que me via, para no tornar á caer, en puniéndome en la ocasion: parecíanme lágrimas engañosas, y parecíame ser despues mayor la culpa, porque veia la gran merced que me hacia el Señor en dármelas, y tan gran arrepentimiento.

Procuraba confesarme con brevedad, y á mi parecer hacia de mi parte lo que podia para tornar en gracia. Estaba todo el daño en no quitar de raíz las ocasiones, y en los confesores, que me ayudaban poco; que, á decirme en el peligro que andaba, y que tenia obligacion á no traer aquellos tratos, sin duda creo se remediara, porque en ninguna via sufriera andar en pecado mortal solo un dia, si yo entendiera. Todas estas señales de temer á Dios me vinieron con la oracion, y la mayor era ir envuelto en amor, porque no se me ponia delante el castigo. Todo lo que estuve tan mala me duró mucha guarda de mi conciencia, cuanto á pecados mortales. ¡Oh, válame Dios, que deseaba yo la salud para mas servirle, y fué causa de todo mi daño! Pues como me ví tan tullida y en tan poca edad, y cual me habian parado los médicos de la tierra, determiné acudir á los del cielo para que me sanasen, que todavía deseaba la salud, aunque con mucha alegría lo llevaba; y pensaba algunas veces, que si estando buena me habia