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dor mio, que si quiero dar disculpa, ninguna tengo, ni tiene naide la culpa sino yo! Porque si os pagara algo del amor que me comenzastes á mostrar, no le pudiera yo emplear en nadie sino en Vos, y con esto se remediaba todo: pues no lo merecí, ni tuve tanta ventura, válgame ahora, Señor, vuestra misericordia.

La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño á la salud, que aunque el contento era mucho, no bastó. Comenzáronme á crecer los desmayos, y dióme un mal de corazon tan grandísimo, que ponia espanto á quien lo via, y otros muchos males juntos; y ansí pasé el primer año con harto mala salud, aunque no me parece ofendí á.

Dios en él mucho. Y como era el mal tan grave, que casi me privaba el sentido siempre, y algunas veces del todo quedada sin él, era grande la diligencia que traia mi padre para buscar remedio; y como no le dieron los médicos de aquí, procuró llevarme á un lugar adonde habia mucha fama de que sanaban allí otras enfermedades, y ansí dijeron haria la mia. Fué conmigo esta amiga que he dicho tenia en casa, que era antigua. En la casa que era monja, no se prometia clausura. Estuve casi un año por allá, y los tres meses de él padeciendo tan grandísimo tormento en las curas que me hicieron tan recias, que yo no sé cómo las pude sufrir; y en fin, aunque las sufrí, no las pudo sufrir mi sujeto, como diré. Habia de comenzarse la cura en el principio del verano, y yo fuí en el principio del invierno: todo este tiempo estuve en casa de