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que me tenia, y á su querer no saliera yo de con ella; y su marido también me amaba mucho, al menos mostrábame todo regalo, que aun esto debo mas al Señor, que en todas partes siempre le he tenido, y todo se lo servia como la que soy. Estaba en el camino un hermano de mi padre (1), muy avisado y de grandes virtudes, viudo, á quien tambien andaba el Señor dispuniendo para sí, que en su mayor edad dejó todo lo que tenia, y fué fraile, y acabó de suerte, que creo goza de Dios:

quiso que me estuviese con él unos dias. Su ejercicio era buenos libros de romance, y su hablar era lo mas ordinario de Dios y de la vanidad del mundo: hacíame le leyese, y aunque no era amiga de ellos, mostraba que sí: porque en esto de dar contento á otros he tenido estremo, aunque á mí me hiciese pesar, tanto que en otras fuera virtud y en mí ha sido gran falta, porque iba muchas veces muy sin discreción. ¡Oh, válame Dios, por qué términos me andaba su Majestad dispuniendo para el estado en que se quiso servir de mí, que, sin quererlo yo, me forzó á que hiciese fuerza!

sea bendito por siempre, amen. Aunque fueron los dias que estuve pocos, con la fuerza que hacian en mi corazon las palabras de Dios, ansí leidas como oidas, y la buena compañía, vine á ir entendiendo la verdad de cuando niña, de que no era todo nada y la vanidad del mundo, y como (1) Don Pedro Sanchez de Cepeda, que vivia en Hortigosa, a cuatro leguas de Avila.