Página:Su vida - Santa Teresa de Jesús - Tomo I (1927).pdf/36

Esta página no ha sido corregida
34
 

sospecha que tuve se habia entendido la vanidad mia, que no de estar allí; porque ya yo andaba cansada, y no dejaba de tener gran temor de Dios cuando le ofendía, y procuraba confesarme con brevedad: traia un desasosiego, que en ocho dias, y aun creo en menos, estaba muy mas contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque en esto me daba el Señor gracia, en dar contento adonde quiera que estuviese, y ansí era muy querida; y puesto que yo estaba entonces ya enemigísima de ser monja, holgábame de ver tan buenas monjas, que lo eran mucho las de aquella casa, y de gran honestidad y religion y recatamiento. Aun con todo esto no me dejaba el demonio de tentar, y buscar los de fuera cómo me desasosegar con recaudos. Como no había lugar, presto se acabó, y comenzó mi alma á tornarse á acostumbrar en el bien de mi primera edad, y ví la gran merced que hace Dios á quien pone en compañía de buenos. Paréceme andaba su Majestad mirando y remirando, por dónde me podia tornar á sí. Bendito seais vos, Señor, que tanto me habeis sufrido, amen. Una cosa tenía, que parece me podia ser alguna disculpa, si no tuviera tantas culpas, y es, que era el trato con quien por via de casamiento me parecia podia acabar en bien: é informada de con quien me confesaba, y de otras personas, en muchas cosas me decian no iba contra Dios.

Dormia una monja con las que estábamos seglares, que por medio suyo parece quiso el Señor comenzar á darme luz, como ahora diré.