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CAPITULO II

Trata cómo fué perdiendo estas virtudes, y lo que importa en la niñez tratar con personas virtuosas Paréceme que comenzó á hacerme mucho daňo lo que ahora diré. Considero algunas veces cuán mal lo hacen los padres, que no procurar que vean sus hijos siempre cosas de virtud de todas maneras; porque con serlo tanto mi madre, como he dicho, de lo bueno no tomé tanto, en llegando á uso de razon, ni casi nada, y lo malo me dañó mucho.

Era aficionada á libros de caballerías, y no tan mal tomaba este pasatiempo, como yo le tomé para mí; porque no perdia su labor, sino desenvolvíemonos para leer en ellos; y por ventura lo hacia para no pensar en grandes trabajos que tenia, y ocupar sus hijos, que no anduviesen en otras cosas perdidos. Desto le pesaba tanto á mi padre, que se habia de tener aviso á que no lo viese. Yo comencé á quedarme en costumbre de leerlos, y aquella pequeña falta, que en ella ví, me comenzó á enfriar los deseos, y comenzar á faltar en lo demás; y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque ascondida de mi padre. Era tan en estre-