Página:Su vida - Santa Teresa de Jesús - Tomo I (1927).pdf/29

Esta página no ha sido corregida
27
 

hermano á tratar qué medio habria para esto.

Concertábamos irnos á tierra de moros, pidiendo por amor de Dios, para que allá nos descabezasen, y paréceme que nos daba el Señor ánimo en tan tierna edad, si viéramos algun medio, sino que el tener padres nos parecia el mayor embarazo. Espantábanos mucho el decir, que pena y gloria era para siempre en lo que leiamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto; y gustábamos de decir muchas veces, para siempre, siempre, siempre. En pronunciar esto mucho rato, era el Señor servido, me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad. De que vi que era imposible ir adonde me matasen por Dios, ordenábamos ser ermitaños, y en una huerta que habia en casa procurábamos, como podiamos, hacer ermitas, poniendo unas pedrecillas, que luego se nos caian, y ansí no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo; que ahora me pone devocion ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo perdí por mi culpa. Hacia limosna como podia poco.

Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y ansí nos hacia serlo. Gustaba mucho, cuando jugaba con otras niñas, hacer monesterios, como que éramos monjas; y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las cosas que he dicho.

Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años poco menos: como yo comencé á entender lo que habia perdido, afligida