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sum sicut passer solitarius in tecto. Y ansí se me representa este verso entonces, que me parece lo veo yo en mí; y consuélame ver que han sentido otras personas tan gran extremo de soledad, cuanto mas tales. Ansí parece está el alma, no en sí, sino en el tejado ó techo de sí mesma, y de todo lo criado; porque aun encima de lo muy superior del alma me parece que está.

Otras veces parece anda el alma como necesitadísima, diciendo y preguntando á sí mesma:

¿Dónde está tu Dios? Y es de mirar, que el romance de estos versos, yo no sabia bien el que era, y despues que lo entendia me consolaba de ver que me los habia traido el Señor a la memoria sin procurarlo yo. Otras me acordaba de lo que dice san Pablo, que está crucificado al mundo.

No digo yo que sea esto ansí, que ya lo veo; mas parece que está ansí el alma, que ni del cielo le viene consuelo, ni está en él, ni de la tierra le quiere, ni está en ella, sino como crucificada entre el cielo y la tierra, padeciendo, sin venirle socorro de ningun cabo. Porque el que le viene del cielo (que es como he dicho una noticia de Dios tan admirable, muy sobre todo lo que podemos desear) es para mas tormento; porque acrecienta el deseo de manera, que, á mi parecer, la gran pena algunas veces quita el sentido, sino que dura poco sin él. Parecen unos tránsitos de la muerte; salvo que trae consigo un tan gran contento este padecer, que no sé yo á qué lo comparar. Ello es un recio martirio sabroso, pues todo lo que se le