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CAPITULO XIX

Prosigue en la mesma materia, comienza á declarar los efetos que hace en el alma este grado de oracion. Persuade—mucho á que no tornen atrás, aunque despues de esta merced tornen á caer, ni dejen la oracion. Dice los daños que vernán de no hacer esto; es mucho de notar, y de gran consolacion para los flacos y pecadores.

Queda el alma de esta oracion y union con grandísima ternura; de manera que se querria deshacer, no de pena, sino de unas lágrimas gozosas: hállase bañada de ellas sin sentirlo, ni saber cuando, ni cómo las lloró; mas dále gran deleite ver aplacado aquel ímpetu del fuego con agua, que le hace más crecer: parece esto algaravía, y pasa ansí. Acaecido me ha algunas veces en este término de oracion, estar tan fuera de mí, que no sabia si era sueño, ó si pasaba en verdad la gloria, que habia sentido, y de verme llena de agua (que sin pena destilaba con tanto ímpetu y presteza, que parece la echaba de sí aquella nube del cielo), via que no habia sido sueño: esto era a los principios, que pasaba con brevedad. Queda el ánima animosa, que si en aquel punto la hiciesen pedazos por Dios, le seria gran consuelo. Allí son las promesas y determinaciones heróicas, la viveza de los deseos, el comenzar a