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quien Dios los da. Es como unas fontecicas que yo he visto manar, que nunca cesa de hacer movimiento el arena hácia arriba. Al natural me parece este ejemplo, y comparacion de las almas que aquí llegan: siempre está bullendo el amor, y pensando que hará; no cabe en sí, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que la echa de sí. Ansí está el alma muy ordinario, que no sosiega ni cabe en sí, con el amor que tiene:

ya la tiene á ella empapada en sí, querria bebiesen los otros, pues á ella no le hace falta, para que le ayudasen á alabar á Dios. Oh qué de veces me acuerdo del agua viva, que dijo el Señor á la Samaritana; y ansi soy muy aficionada á aquel evangelio: y es ansí cierto, que sin entender, como ahora, este bien, desde muy niña lo era, y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua, y la tenia debujada adonde estaba siempre, con este letrero, cuando el Señor llegó al pozo Domine, da mihi aquam (1). Parece tambien como un fuego que es grande, y para que no se aplaque, es menester haya siempre que quemar: ansí son las almas que digo, aunque fuese muy á su costa, que querrian traer leña, para que no cesase este fuego. Yo soy tal, que aun con pajas que pudiese echar en él me contentaria; y ansí me acaece algunas y muchas veces: unas me rio y otras me fatigo mucho. El movimiento interior me incita que sirva en algo, de que no soy para mas, en á (1) Dicit ad eum mulier: Domine, da mihi hanc aquam (Vers. 15, cap. 4, del Evangelio de san Juan.)