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entre otras cosas me certificaron, que habia traido veinte años cilicio de hoja de lata contino. Es autor de unos libros pequeños de oracion, que ahora se tratan mucho de romance; porque como quien bien lo habia ejercitado, escribió harto provechosamente para los que la tienen. Guardó la primera regla del bienaventurado san Francisco con todo rigor, y lo demás que allá queda dicho. Pues como la viuda sierva de Dios, que he dicho, y amiga mia, supo que estaba aquí tan gran varon, y sabia mi necesidad, porque era testigo de mis afliciones, y me consolaba harto; porque era tanta su fe, que no podia sino creer, que era espíritu de Dios el que todos los mas decian era del demonio; y como es persona de harto buen entendimiento, y de mucho secreto; y á quien el Señor hacia harta merced en la oracion, quiso su Majestad darla luz, en lo que los letrados inoraban. Dábanme licencia mis confesores, que descansase con ella algunas cosas, porque por hartas causas cabia en ella. Cabíale parte algunas veces de las mercedes que el Señor me hacia, con avisos harto provechosos para su alma. Pues como lo supo, para que mejor le pudiese tratar, sin decirme nada, recaudó licencia de mi provincial, para que ocho dias estuviese en su casa; y en ella, y en algunas iglesias le hablé muchas veces esta primera vez que estuvo aquí, que despues en diversos tiempos le comuniqué mucho.

Como le di cuenta en suma de mi vida y manera de proceder de oracion, con la mayor claridad que yo supe (que esto he tenido siempre tratar SANTA TERESA DE JESUS. —T. II.