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po para sí, vime tan fatigada, que comencé á llorar mucho y á afligirme. Esto no es sola una vez, sino, como digo, muchas, que me parece me daba un enojo contra mí mesma, que en forma por entonces me aborrezco; mas lo contino es entender de mí, que no me tengo aborrecida, ni falto á lo que veo me es necesario; plega el Señor que no tome muchas mas de lo que es menester, que si debo hacer. Esta que digo, estando en esta pena, me apareció el Señor, y regaló mucho, y me dijo, que hiciese yo estas cosas por amor de El, y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y ansi me parece que nunca me ví en pena, despues que estoy determinada á servir con todas mis fuerzas á este Señor y consolador mio, que aunque me dejaba un poco padecer, me consolaba de manera, que no hago nada en desear trabajos; y ansí ahora no me parece hay para qué vivir, sino para esto, y lo que mas de voluntad pido á Dios. Dígole algunas veces con toda ella—Señor, ú morir ú padecer; no os pido otra cosa para mí. Dáme consuelo oir el relox, porque me parece me allego un poquito mas para ver á Dios, de que veo ser pasada aquella hora de la vida.

Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir, ni me parece he gana de morir, sino con una tibieza y escuridad en todo, como he dicho, que tengo muchas veces de grandes trabajos. Y con haber querido el Señor se sepan en público estas mercedes, que su Majestad me hace (como me lo dijo algunos años ha que lo habian de ser, que me