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en un gran campo, adonde se combatian muchos, y estos de esta Orden peleaban con gran hervor.

Tenian los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en el suelo vencidos, otros mataban: pareciame esta batalla contra los herejes.

A este glorioso santo he visto algunas veces, y me ha dicho algunas cosas, y agradecídome la oracion que hago por su Orden; y prometido de encomendarme á el Señor. No señalo las Ordenes, si el Señor es servido se sepa las declarará, porque no se agravien otras, mas cada Orden habia de procurar, ú cada una de ellas por sí, que por sus medios hiciese el Señor tan dichosa su Orden, que en tan gran necesidad, como ahora tiene la Iglesia, le sirviesen: dichosas vidas, que en esto se acabaren.

Rogóme una persona una vez, que suplicase á Dios, le diese á entender, si seria servicio suyo tomar un obispado. Díjome el Señor acabando de comulgar Cuando entendiere con toda verdad y claridad, que el verdadero señorío es no poseer nada, entonces le podrá tomar; dando á entender, que ha de estar muy fuera de desearlo ni quererlo, quien hubiere de tener perlacías, ú al menos de procurarlas.

Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Señor, y hace muy contino á esta pecadora, que me parece no hay para qué las decir, pues por lo dicho se puede entender mi alma, y el espíritu que me ha dado el Señor. Sea bendito por siempre, que tanto cuidado ha tenido de mí.