Página:Su vida - Santa Teresa de Jesús - Tomo II (1927).pdf/222

Esta página no ha sido corregida
220
 

dero amor de Dios, porque aunque más le quiera y procure y me deshaga por ello, sino es cuando su Majestad quiere, como he dicho otras veces, no soy parte para tener una centella de él) parece que consume el hombre viejo de faltas y tibieza y miseria, y á manera de cómo hace el ave fénis (sigun he leido) y de la mesma ceniza, despues que se quema sale otra: así queda hecha otra el alma despues con diferentes deseos y fortaleza grande.

No parece es la que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del Señor. Suplicando yo á su Majestad fuese ansí, y que de nuevo comenzase yo á servirle, me dijo—Buena comparacion has hecho: mira no se te olvide para procurar mijorarte siempre.

Estando una vez con la mesma duda, que poco ha dije, si eran estas visiones de Dios, me apareció el Señor y me dijo con rigor—¡Oh hijos de los hombres hasta cuándo seréis duros de corazon!

Que una cosa examinase bien en mi, si del todo estaba dada por suya, ó no: que si estaba Y lo era, que creyese no me dejaria perder. Yo me fatigué mucho en aquella exclamacion: con gran ternura y regalo me tornó á decir, que no me fatigase, que ya sabia que por mí no faltaria de ponerme á todo lo que fuese su servicio, que se haria todo lo que yo queria; y ansí, se hizo lo que entonces le suplicaba: que mirase el amor, que se iba en mí aumentando cada dia para amarle, que en esto veria no ser demonio, que no pensase que consentia Dios tuviese tanta parte el demonio en las almas