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habia fatigadas personas hartas por ella, que era muy bien quisto. Era tanto el consuelo, que tenia mi alma, que ninguna cosa se me daba, ni podia dudar en que era buena vision; digo, que no era ilusion. Había no mas de quince dias que era muerto, con todo no descuidé de procurar le encomendasen á Dios, y hacerlo yo, salvo que no podia con aquella voluntad, que si no hubiera visto esto; porque cuando ansí el Señor me lo muestra, y despues las quiero encomendar á su Majestad, paréceme, sin poder mas, que es como dar limosna al rico. Despues supe (porque murió bien lejos de aquí) la muerte que el Señor le dió, que fué de tan gran edificacion, que á todos dejó espantados del conocimiento y lágrimas y humildad con que murió.

Habíase muerto una monja en casa, había poco mas de dia y medio, harto sierva de Dios, y estando diciendo una licion de difuntos una monja (que se decia por ella en el coro) yo estaba en pié para ayudarla á decir el verso. A la mitad de la licion la ví que me pareció salia el alma de la parte que la pasada, y que se iba al cielo. Esta no fué vision imaginaria, como la pasada, sino como otras que he dicho, mas no se duda mas que las que se ven.

Otra monja se murió en mi mesma casa, de hasta deciocho ú veinte años: siempre habia sido enferma, y muy sierva de Dios, amiga del coro, y harto virtuosa. Yo cierto pensé no entrára en el purgatorio; porque eran muchas las enfermedades que habia pasado, sino que le sobráran méritos. Estando en