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con mi confesor, pensando si era ilusion del demonio, para infamar aquel alma, aunque no estaba tenida por de mucha cristiandad. Verdad es, que aunque no fuese ilusion, siempre que se me acuerda me hace temor.

Ya que he comenzado á decir de visiones de difuntos, quiero decir algunas cosas, que el Señor ha sido servido en este caso, que vea de algunas almas.

Diré pocas por abreviar, y por no ser necesario, digo, para ningun aprovechamiento. Dijéronme era muerto un nuestro provincial, que habia sido (y cuando murió lo era de otra provincia) á quien yo habia tratado, y debido algunas buenas obras: era persona de muchas virtudes. Como lo supe que era muerto, dióme mucha turbacion, porque temí su salvacion, que habia sido veinte años perlado, cosa que yo temo mucho, cierto, por parecerme cosa de mucho peligro tener cargo de almas; y con mucha fatiga me fuí á un oratorio: díle todo el bien que habia hecho en mi vida, que seria bien poco, y ansi lo dije á el Señor, que supliesen los méritos suyos lo que habia menester aquel alma para salir del purgatorio.

Estando pidiendo esto á el Señor, lo mijor que yo podia, parecióme salia del profundo de la tierra á mi lado derecho, y víle subir al cielo con grandísima alegría. El era ya bien viejo, mas víle de edad de treinta años, y aun menos me pareció, y con resplandor en el rostro. Pasó muy en breve esta vision, mas en tanto estremo quedé consolada, que nunca me pudo dar mas pena su muerte, aunque