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loma: paréceme que oia el ruido, que hacia con las alas. Estaria aleando espacio de un Ave María. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdiéndose á sí de sí, la perdió de vista. Sosegóse el espíritu con tan buen huésped, que sigun mi parecer, la merced tan maravillosa le debia de desasosegar y espantar, y como comenzó á gozarla, quitósele el miedo, y comenzó la quietud con el gozo, quedando en arrobamiento. Fué grandísima la gloria de este arrobamiento: quedé lo mas de la pascua tan embobada y tonta, que no sabia que me hacer, ni cómo cabia en mí tan gran favor y merced. No oía ni veía, á manera de decir, con gran gozo interior. Desde aquel dia entendí quedar con grandísimo aprovechamiento en mas subido amor de Dios, y las virtudes muy mas fortalecidas. Sea bendito y alabado por siempre, amen.

Otra vez ví la misma paloma sobre la cabeza de un padre de la Orden de Santo Domingo (salvo que me pareció los rayos y los resplandores de las mesmas alas, que se estendian mucho mas): dióseme á entender habia de traer almas á Dios.

Otra vez ví estar á nuestra Señora poniendo una capa muy blanca á el Presentado de esta mesma Orden, de quien he tratado algunas veces. Díjome, que por el servicio que le habia hecho en ayudar á que se hiciese esta casa, le daba aquel manto, en señal que guardaria su alma en limpieza de ahí adelante, y que no caeria en pecado mortal. Yo tengo cierto, que ansí fué, porque desde pocos años murió, y su muerte, y lo que vivió, fué con tanta peniten-