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visiones quedaba con muy muchas. De ver á Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la tengo hoy dia; porque para esto bastaba sola una vez, cuanti mas tantas como el Señor me hace esta merced. Quedé con un provecho grandísimo, y fué este: tenia una grandísima falta, de donde me vinieron grandes daños, y era esta; que como comenzaba á entender que una persona me tenia voluntad, y si me caia en gracia, me aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria á pensar en él, aunque no era con intencion de ofender á Dios; mas holgábame de verle, y de pensar en él, y en las cosas buenas que le via: era cosa tan dañosa, que me traia el alma harto perdida.

Despues que ví la gran hermosura del Señor, no via á nadie, que en su comparacion me pareciese bien ni me ocupase, que con poner un poco los ojos de la consideracion en la imágen, que tengo en mi alma, he quedado con tanta libertad en esto, que despues acá todo lo que veo me parece hace asco en comparacion de las ecelencias y gracias, que en este Señor via: ni hay saber, ni manera de regalo, que yo estime en nada, en comparacion del que es oir sola una palabra dicha de aquella divina boca, cuanti mas tantas. Y tengo yo por imposible, si el Señor por mis pecados no primite se me quite esta memoria, podérmela nadie ocupar, de suerte, que con un poquito de tornarme á acordar de este Señor no quede libre. Acaecióme con algun confesor, que siempre quiero mucho á los que gobiernan mi alma. Como los tomo en lugar