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CAPITULO XXXVII

Trata de los efetos que le quedaban, cuando el Señor le habin hecho alguna merced: junta con esto harto buena doctrina. Dice cómo se ha de procurar, y tener en mucho ganar algun grado mas de gloria, y que por ningun trabajo dejemos bienes que son perpétuos.

De mal se me hace decir mas de las mercedes, que me ha hecho el Señor, de las dichas, y aun son demasiadas, para que se crea haberlas hecho á persona tan ruin; mas por obedecer al Señor, que me lo ha mandado, y á vuesas mercedes, diré algunas cosas para gloria suya. Plega á su Majestad sea para aprovechar á algun alma, ver que á una cosa tan miserable ha querido el Señor ansí favorecer (¡qué hará á quien le hubiere de verdad servido!) y se animen todos á contentar á su Majestad, pues aun en esta vida da tales prendas. Lo primero, háse de entender, que en estas mercedes, que hace Dios á el alma, hay mas y menos gloria, porque en algunas visiones escede tanto la gloria y gusto, y consuelo á el que da en otras, que yo me espanto de tanta diferencia de gozar, aun en esta vida; porque acaece ser tanta la diferencia que hay de un gusto y regalo, que da Dios en una vision ú en un arrobamiento, que parece no es posible poder