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gun la furia, fué dicha no lo poner luego por obra.

Era en fin, que habia de ser, que era el Señor servido de ello, y podian todos poco contra su voluntad: daban sus razones y llevaban buen celo, y ansí sin ofender ellos á Dios hacíanme padecer, y á todas las personas que lo favorecian, que eran algunas, y pasaron mucha persecucion. Era tanto el alboroto del pueblo, que no se hablaba en otra cosa, y todos condenarme. é ir al provincial y á mi monesterio. Yo ninguna pena tenia de cuanto decian de mí, mas que sino lo dijeran, sino temor si se habia de deshacer: esto me daba gran pena, y ver que perdian crédito las personas que me ayudaban, y el mucho trabajo que pasaban, que de lo que decian de mí, antes me parece me holgaba:

y, si tuviera alguna fe, ninguna alteracion tuviera, sino que faltar algo en una virtud, basta á adormecerlas todas:

y ansí estuve muy penada los dos dias que hubo estas juntas, que digo, en el pueblo, y estando bien fatigada, me dijo el Señor— ¿No sabes que soy poderoso? ¿de qué temes? y me aseguró que no se desharia: con esto quedé muy consolada. Enviaron al Consejo Real con su informaeion, vino provision para que se diese relacion de cómo se habia hecho.

Héle aquí comenzado un gran pleito, porque de la ciudad fueron á la corte, y hubieron de ir de parte del monesterio, y no habia dineros, ni yo sabia qué hacer: proveyólo el Señor, que nunca mi padre provincial me mandó dejase de entender en ello; porque es tan amigo de toda virtud, que aunque