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que no que me agradecer: mas érame gran regalo, ver que hubiese su Majestad tomádome por instrumento, siendo tan ruin, para tan grande obra; ansí que estuve con tan gran contento, que estaba como fuera de mí con gran oracion.

Acabado todo, seria como desde á tres ú cuatro horas, me revolvió el demonio una batalla espiritual, como ahora diré. Púsome delante, si habia sido mal hecho lo que habia hecho, si iba contra obediencia en haberlo procurado, sin que me lo mandase el provincial, que bien me parecia á mí le habia de ser algun desgusto, á causa de sujetarle al ordinario, por no se lo haber primero dicho; aunque como él no le habia querido admitir, y yo no la mudaba, tambien me parecia no se le daria nada por otra parte; y si habian de tener contento las que aquí estaban con tanta estréchura, si les habia de faltar de comer, si habia sido disbarate, que quien me metia en esto, pues yo tenia monesterio. Todo lo que el Señor me habia mandado, y los muchos pareceres y oraciones, que habia mas de dos años que casi no cesaban, todo tan quitado de mi memoria, como si nunca hubiera sido: solo de mi parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase, ni me defendiese de tantos golpes. Tambien me ponia el demonio, que como me queria encerrar en casa tan estrecha, y con tantas enfermedades, que como habia de poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y deleitosa,