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me decian lo podia hacer, porque por muy poca imperfecion que me dijeran era, mil monesterios me parece dejara, cuanti mas uno. Esto es cierto, porque aunque lo deseaba, por apartarme mas de todo, y llevar mi profesion y llamamiento con mas perfecion y encerramiento, de tal manera lo deseaba, que cuando entendiera era mas servicio del Señor dejarlo todo, lo hiciera, como lo hice la otra vez, con todo sosiego y paz. Pues fué para mí como estar en una gloria, ver poner el Santísimo Sacramento, y que se remediaron cuatro huérfanas pobres (1), porque no se tomaban con dote, y grandes siervas de Dios; que esto se pretendió al principio, que entrasen personas, que con su ejemplo fuesen fundamento, para que se pudiese el intento que llevábamos de mucha perfecion y oracion efetuar, y hecha una obra, que tenia entendido era para el servicio de el Señor, y honra del hábito de su gloriosa Madre, que estas eran mis ansias.

Y tambien me dió gran consuelo de haber hecho lo que tanto el Señor me habia mandado, y otra iglesia mas, en este lugar, de mi padre glorioso san Josef, que no la habia. No porque á mí me pareciese habia hecho en ello nada, que nunca me lo parecia ni parece, siempre entiendo lo hacia el Señor; y lo que era de mi parte, iba con tantas imperfeciones, que antes veo habia que me culpar, (1) Llamábanse Antonia de Enno, María de la Paz, Ursala de los Santos y Maria de Avila. Mudaron los nombres, llamándose la primera Antonia del Espíritu Santo, la segunda Maria de la Cruz, la tercera conservó el apellido de los Santos, y la cuarta María de San Josef.