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base la casa á mucha priesa, para que tuviese forma de monesterio; que faltaba mucho de acabarse; y mi compañera no estaba aquí, que nos pareció era mijor estar ausente, para mas disimular, y yo via que iba el todo en la brevedad por muchas causas; y la una era, porque cada hora temia me habian de mandar ir. Fueron tantas las cosas de trabajos que tuve, que me hizo pensar si era esta la cruz; aunque todavia me parecia era poco para la gran cruz, que yo habia entendido de el Señor, habia de pasar.

Pues todo concertado, fué el Señor servido, que dia de san Bartolomé tomaron hábito algunas, y se puso el Santísimo Sacramento; con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monesterio del gloriosísimo padre nuestro San Josef, año de mil y quinientos y sesenta y dos. Estuve yo á darles el hábito, y otras dos monjas de nuestra casa mesma, que acertaron á estar fuera (1). Como en esta, que se hizo el monesterio, era la que estaba mi cuñado (que como he dicho, la habia él comprado por disimular mijor el negocio) con licencia estaba yo en ella, y no hacia cosa que no fuese con parecer de letrados, para no ir un punto contra obediencia, y como vian ser muy provechoso para toda la Orden, por muchas causas, que aunque iba con secreto y guardándome no lo supiesen mis perlados, (1) Doña Inés y doña Ana de Tapia, primas de santa Teresa.

Fueron testigos don Gonzalo de Aranda, don Francisco Salcedo, el presbitero Julian de Avila, Juan de Ovalle y doña Juana de Ahumada.