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CAPITULO XXXVI

Prosigue en la materia comenzada, y dice como se acabó de concluir, y se fundó este monesterio del glorioso San Josef, y las grandes contradiciones y persecuciones, que, despues de tomar hábito las religiosas, hubo, y los grandes trabajos y tentaciones que ella pasó, y cómo de todo la sacó el Señor con vitoria, y en gloria y alabanza suya.

Partida ya de aquella ciudad, venia muy contenta por el camino, determinándome á pasar todo lo que el Señor fuese servido, muy con toda voluntad. La noche mesma que llegué á esta tierra, llegó nuestro despacho para el monesterio, y Breve de Roma, que yo me espanté, y se espantaron los que sabian la priesa que me habia dado el Señor á la venida, cuando supieron la gran necesidad que había de ello, y á la coyuntura que el Señor me traia; porque hallé aquí al obispo, y al santo fray Pedro de Alcántara, y á otro caballero muy siervo de Dios, en cuya casa este santo hombre posaba, que era persona adonde los siervos de Dios hallaban espaldas y cabida (1). Entramos á dos acabaron con el obispo admitiese el monesterio (2); que no fué poco, por ser pobre, sino que era tan (1) El caballero Salcedo.

(2) Era obispo de Avila don Alvaro de Mendoza.