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á Dios, pues habia otras mejores que yo, que no tenia amor á la casa, que mejor era procurar renta para ella, que para otra parte. Unas decian que me echasen en la cárcel, otras, bien pocas, tornaban algo por mí: yo bien via, que en muchas cosas tenian razón, y algunas veces dábales discuento, aunque como no habia de decir lo principal, que era mandármelo el Señor, no sabia que .hacer, y ansí callaba. Otras hacíame el Señor muy gran merced, que todo esto no me daba inquietud, sino con tanta facilidad y contento lo dejé, como si no me hubiera costado nada; y esto no lo podia nadie creer, ni aun las mesmas personas de oracion, que me trataban, sino que pensaban estaba muy penada y corrida; y aun mi mesmo confesor no lo acababa de creer. Yo como me parecia que habia hecho todo lo que habia podido, perecíame no era mas obligada para lo que me habia mandado el Señor, y quedábame en la casa, que yo estaba muy contenta y á mi placer. Aunque jamás podia dejar de creer que habia de hacerse, yo no habia ya medio, ni sabia cómo ni cuándo, mas teníalo muy cierto.

Lo que mucho me fatigó, fué una vez que mi confesor, como si yo hubiera hecho cosa contra su voluntad (tambien debia el Señor querer que de aquella parte, que mas me habia de doler, no me dejase de venir trabajo; y ansí en esta multitud de persecuciones, que á mí me parecia habia de venirme de él el consuelo) me escribió, que ya veria que era todo sueño en lo que habia sucedido,