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vino muy bien en ello (1), que es amigo de toda religion, y dióle todo el favor que fué menester, y díjole que él admitiria la casa: trataron de la renta que habia de tener, y nunca queriamos fuesen mas de trece por muchas causas. Antes que lo comenzásemos á tratar, escribimos al santo fray Pedro de Alcántara todo lo que pasaba, y aconsejónos que no lo dejásemos de hacer, y diónos su parecer en todo. No se hubo comenzado á saber por el lugar, cuando no se podia escribir en breve la gran persecucion que vino sobre nosotras, los dichos, las risas, el decir que era disbarate: a mí, que bien me estaba en mi monesterio, á la mi compañera tanta persecucion, que la traian fatigada. Yo no sabia que me hacer: en parte me parecia que tenian razon. Estando ansí muy fatigada, encomendándome á Dios, comenzó su Majestad á consolarme y animarme: díjome, que aquí veria lo que habian pasado los santos que habian fundado las religiones, que muchas mas persecuciones tenia por pasar de las que yo podia pensar, que no se nos diese nada. Decíame algunas cosas que dijese á mi compañera, y lo que mas me espantaba yo es, que luego quedábamos consoladas de lo pasado, y con ánimo para resistir á todos: y es ansí, que de gente de oracion, y todo en fin el lugar, no habia casi persona que entonces no fuese contra nosotras, y le pareciese grandísimo disbarate.

Fueron tantos los dichos, y el alboroto de mi (1) Era provincial de los carmelitas el padre fray Angel de Salazar,