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estrella que diese de sí gran resplandor; y que aunque las religiones estaban relajadas, que no pensase se servia poco en ellas; que ¿qué sería del mundo, si no fuese por los religiosos? Que dijese a mi confesor esto que mandaba, y que le rogaba El, que no fuese contra ello ni me lo estorbase.

Era esta vision con tan grandes efetos, y de tal manera esta habla, que me hacia el Señor, que yo no podia dudar que era El. Yo sentí grandísima pena, porque en parte se me representaron los grandes desasosiegos y trabajos, que me habia de costar; y como estaba tan contentísima en aquella casa, que aunque antes lo trataba, no era con tanta determinacion ni certidumbre que seria.

Aquí parecia se me ponia premio, y como veia comenzaba cosa de gran desasosiego, estaba en duda de lo que haria, mas fueron muchas veces las que el Señor me tornó á hablar en ello, poniéndome delante tantas causas y razones, que yo via ser claras, y que era su voluntad, que ya no osé hacer otra cosa, sino decirlo á mi confesor, y díle por escrito todo lo que pasaba. El no osó determinadamente decirme que lo dejase, mas via que no llevaba camino conforme á razon natural, por haber poquísima, y casi ninguna posibilidad en mi compañera, que era la que lo habia de hacer. Díjome, que lo tratase con mi prelado, y que lo que él hi—ciese, eso hiciese yo: yo no trataba estas visiones con el prelado, sino aquella señora trató con él, que queria hacer este monesterio; y el provincial