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mi alma para salir con tanta perfecion á solas, por algunas aficiones que tenia á cosas, que aunque de suyo no eran muy malas, bastaban para estragarlo todo.

Dijéronme de un clérigo letrado (1) que habia en este lugar, que comenzaba el Señor á dar á entender á las gentes su bondad y buena vida: yo procuré por medio de un caballero santo, que hay en este lugar. Es casado, mas de vida tan ejemplar y virtuosa, y de tanta oracion y caridad, que en todo él resplandece su bondad y perfecion, y con mucha razon; porque gran bien ha venido á muchas almas por su medio, por tener tantos talentos, que aun con no le ayudar su estado, no puede dejar con ellos de obrar: mucho entendimiento, y muy apacible para todos, su conversacion no pesada, tan suave y agraciada, junto con ser reta y santa, que da contento grande á los que trata:

todo lo ordena para gran bien de las almas que conversa, y no parece traer otro estudio, sino hacer por todos los que él ve se sufre, y contentar á todos. Pues este bendito y santo hombre con su industria, me parece fué principio, para que mi alma se salvase. Su humildad á mí espántame, que con haber, á lo que creo, poco menos de cuarenta años que tiene oracion (no sé si son dos, ó tres menos), y que lleva toda la vida de perfecion, que á lo que (1) Llamábase Gaspar Daza: habia éste formado una congregacion de sacerdotes para procurar la salvacion de las almas dentro y fuera de la diócesis de Avila. Despues entregó estos clérigos al padre Baltasar Alvarez, de la Compañía de Jesus, para que los diriglera.