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ALFONSINA STORNI
La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus sesos.
Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda rojoblanco, y te arda, y te calcine
¡hasta el seco ramaje de los pálidos huesos!
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