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ALFONSINA STORNI
Había un río a orilla
de la ciudad . . .
Se ha echado a andar
también,
mar adentro,
con pies
de felpa.
¿O lo ha tragado, lento,
el bostezo nebilnoso
de la tarde? . . .
Planchadas
contra el horizonte
están las chimeneas:
sus horouíllas cazan
con displicencia
las alas de ángeles mohinos
que, a grandes zancadas,
rozan las cornisas.
Una cinta de luz
lechosa
ata la cintura
de la ciudad:
las puntas desflecadas
del lazo
latiguean la bóveda
hasta que el polvo de agua
las empapa
y tumba.
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