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XXXIII -
IY. Entre los poetas argentinos, que aunque no muy dentro de las corrientes en que nosotros quisiéramos ver navegar la lírica americana, escriben versos dignos de alabanza, figura con títulos sobrados el Sr. D. Leopoldo Díaz. El entrañable afecto que le profesamos, no ha de cegarnos hasta el punto de decir que los sonetos contenidos en el presente volumen, son cosecha sazonada de robustas y doradas espigas, pero sí podemos desde luego asegurar que constituyen un ramillete de flores frescas y sencillas, con las que, si no la corona del vate en el apogeo de su grandeza, puede tejerse la del joven inspirado que en la edad del sentimiento, canta como siente, y siente respondiendo á los impulsos de su corazón. La virtud, el sacrificio, los héroes, los genios, la patria, la primavera, el otoño, el crepúsculo; las estrellas, que, cual diamantes brillan en el azulado manto de la noche; el sol que nace inundando los espacios de rica y vária luz, y que muere en una especie de apoteósis radiosa; las ilusiones de una dicha soñada, cuanto cree y ama el hombre en sus primeros años, arranca dulces acentos á la lira de Leopoldo Díaz, que por fortuna rara vez traduce en notas falsamente elegíacas las candorosas uu-