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como paje, jardín, trocha, cofre, trinchar, manjar, bajel, sargento, jaula, forja, reproche, etc., y las del siglo XVII y posteriores, como petímetre, coqueta, bufete, charretera, ficha, corsé, tupé, hotel, etc. Al italiano pueden referirse no pocos términos de industrias, artes, milicia, comercio, y comunes como /achada, escorzo, carroza, medalla, soneto, terceto, piano, barcarola, libreto; escopeta, baqueta, centinela, alerta, bisoño, parapeto; banca, fragata, galeaza, piloto; estropear, aspaviento, sal- timbanqur, charlatán, espadachín, sofión, gaceta, etc. De otras lenguas modernas de la península no dejó tampoco el castellano de tomar vocablos; así tenemos morriíña, macho, follada, sarao, chubasco, achantarse, vigía, chumacera, arisco, payo, Galicia, Lisboa, portu- gués, etc, del gallego-portugués; retor, paella, plerta, seo, mao, etc. del catalán o valenciano, y otras del leonés, aragonés, andaluz, etc., difíciles de establecer con seguridad.

Al vascuence, considerado por los lingilistas como un último resto de-los idiomas ibéricos hablados en España antes de la invasión romana, debe el caste- llano en época reciente algunos aunqúe pocos vuca- blos, especialmente apellidos. Y por fin, las lenguas americanas contribuyeron también ellas a enriquecer el castellano, ya desde los tiempos del descubrimiento y conquista, con sus términos locales, como huracán, sabana, cacique, mate, ceiba, colibrí, guacamayo, nigua, tomate, chocolate, cacahuete, cacao, aguacate, jícara, pe- taca, petate, cóndor, jaguar, alpaca, vicuña, loro, pam- Pa, chacra, papa, puna, etc.