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tucumano ha recorrido toda la escala política, nunca en calidad de obediente eslabon de la cadena, siempre como rueda principal del cabrestante.

Carecen los Avellaneda de la eximia statuta que Suetonio atribuye á Julio César.

Bajo, con la cabeza algo inclinada sobe el torax, de paso breve, y de risa mas para vista que para oida, Eudoro Avellaneda presenta los rasgos característicos de la familia.

Sus ojos son centros de nutridas fioritures de esas que denuncian los caractéres mas intencionados que expansivos.

Poco importa que sea parcimonioso en el hablar, desde que la grafología fisonómica tiene datos suficientes para descifrar su carácter individual en las arrugas del semblante.

El de Eudoro Avellaneda no ostenta las grietas que el peso de los años hace multiplicar sobre la fachada del edificio humano.

Esa cara redonda, sin mas fanfreluche que un bigote entrecano, tiene surcos análogos á los que produce un estallido de risa en el rostro de Dardo Rocha.

Es que los pellejos faciales, como levitas de