vencido las resistencias de su carácter maleable; en vez de emprestar influencia, esta formaría parte de su capital político; y ni tendría que deplorar las decepciones de su oscura trayectoria, ni sería objeto de los justos reproches que le atrajo su conducta equívoca y vacilante.
Toledo fué el puntal formidable de su autoridad, en cambio de una «carta blanca» para vejar á todo Corrientes; y cuando la piedra se revolvió contra el mismo Derqui, este recorrió todos los grados de la fiebre del miedo: desde la agravación de sus dolencias físicas, hasta el refugio cobarde de las concesiones humillanes para adquirir el derecho de revocarlas en la fuga!...
No soy correntino; pero la pluma en su correr se clava y desgarra, cuando cae como un alud sobre sus puntos el recuerdo de abdicaciones monstruosas del albedrio individual, al remover los comentarios hacinados en la mente por la publicidad de los actos consecutivos de un personaje político.
Y eso que Derqui ha tenido de su parte una media arroba.
En su primer derrocamiento, las simpatías generales de la República le fueron propicias.
Su caida inspiró compasión, y todos se felicitaron cuando se vió que manos robustas