prudente juicio como de los hombres, resulta perfilado un criterio sólido y adecuado para cualquier político de mayor cuantía.
Por otra parte, es de felicitarse que Gorostiaga haya nacido en Santiago.
Las aptitudes que le he atribuido no son escasas entre nosotros; pero la vivacidad porteña las convierte en molduras de ornato individual.
En Gorostiaga sirven de prendas del vestido político de su personalidad moral.
Es que, como casi todos los hijos de las provincias interterráneas, se distingue, menos por su velocidad que por su seguridad y resistencia en las concepciones intelectuales de largo tiro.
Tampoco le falta la «arenilla dorada» de una conversación franca, agradable y expansiva.
Y sobre todo, pertenece á la verdadera juventud, no tanto por lo dicho, como por lo que he callado.
El carácter de la juventud dorada, no consiste en un pulimento imperfecto que borra ciertas preocupaciones, y deja las rugosidades de otras no menos añejas.
La juventud no debe ser liberal en el sentido estricto de la palabra, sino dando á ese adjetivo la mas amplia de las significaciones que