Para ello, además de la supresión de sus resabios de redactor político, debe ir procurándose algunas prendas que escasean en su equipo oratorio.
La desenvoltura. Quiero decir que debe dar mayor salida al vapor, á fin de evitar la impresión fatigosa de discursos cuya marcha insegura tiene un deplorable parecido con el viage de ensayo de una locomotora, sobre rieles recien instalados.
El desaliño. Una construcción matemática hace de la elocuencia algo tan monótono como la absoluta simetría en el arte arquitectónico.
Hay que habituarse á la esposición mas natural que lógica, en pro de la variedad oratoria y como gimnasia de los resortes sintéticos del entendimiento.
Finalmente, la contundencia.
Esta no depende del número, ni de la fuerza aislada de los argumentos.
Media docena de bastones, ligados por las estremidades, valdrían menos que una mala caña de pescar.
Amarrados en haz, serán mas contundentes que un buen garrote de tala.
Maestro ciruela, me permito apuntar esas indicaciones, sino de buen por lo menos de