través una delgada sección, practicada á fuerza de pólvora y de acero.
Es una quebrada artificial, blanqueada por el tránsito de diligencias y carretas.
Debajo, los precipicios, rellenos por la menlancólica frondosidad de los quebrachos, ó la desoladora intermitencia de los cactus.
Encima, los vapores de las nubes, como respiraciones condensadas del abismo.
Delante, cumbres al parecer inaccesibles, pero sobre cuyas faldas se divisa un hilo blanco; la continuación del camino que recorremos.
Detrás, las montañas que un momento antes asustaban y que van reduciendo su estatura, á medida que el espectador avanza.
Enfrente, los ásperos picos, sobre cuyos bosques con apariencia de musgo, flotan como capullos de algodón los desgarrados cumulí....
Demonio! Pues no me voy metiendo en un laberinto literario-descriptivo!
Llegué á San Pedro. Antes de tomar el tren para Tucaman, llegó el que de esa ciudad venia para Córdoba.
Un abrazo inesperado! Era Colombres, risueño, feliz, rechoncho.
Venia á Buenos Aires, en busca de esa mitad del alma de que habla Castelar.