CARTAS ESCOGIDAS 64
os encontráis. ¿Sabéis que yuestro recuerdo mace aqui la for- tuna de aquellos á quienes favorecéis? Los otros languidecen cerca de él. Los recuerdos para mi tía no se pueden pagar, y se está muy lejos de olvidaros. Hace poco me ban dicho mil horrores de esa montaña de Tarare que yo odio. Hay otro ga- mino que la rueda está eu el aire y se tiene la earroza por la imperial ; yo no sostengo esta idea, pero no es ahora cuestión de todo ésto.
Respuesta á la carta de Vienne.
Ahora mismo recibo esta amable carla; ¿no veis cómo la recibo y con qué ternura la Jeo? Creo que no me pedís que pueda toner sangre fría en esta ocasión. Es verdad que la diguidad de belleza á que. habéis sido elevada, no es una pequeña fatiga; si vos no fueseis bella, descansariais : es preciso escoger, Vuestra pereza me da miedo, no la tengáis en esta elección; no hay nada tan amable como ser bella : es un presente de Dios que es preciso conservar. Vos sabéis cuánto amo yo vuestra belleza; mi amor propio me hace tener en ello interés : yo os la recomiendo por amor de mi, Me parece que se me va á encontrar bien hábil en Proyenza por haber hecho un rostro tan bonito, tan dulce y tan regular. Estáis incomodada de que vuestra nariz uo sea de través, y yo estoy encantada de ello : no comprendo lo que pueden hacer con- migo mis pupilas abigarradas. Pero, ¿no creéis que Mr. de Coy- langes y yo nos hacemos adivinos, para saber todo cuanto hacéis ? No estáis sorprendida de las riberas de vuestro Ró- dano; las encontráis hermosas y este río no está compuesto más que de agua como los otros. En cuanto á mí, yo tengo de él una idea extraordinaria. Langlade os dará cuenta de su visita en casa de Melusina; y entre tanto, yo puedo deciros que lo que él tenía que hacer no era otra cosa que tener el placer de lavar su peluca, y él lo ha hecho más voluntariamente que cualquier otro. Ella está, yo os lo aseguro, bien mortificada y