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SESION DE 20 I 21 DE FEBRERO DE 1825

flujo i yo, que soi diputado, podria hacer salir de diputado a aquel que yo quisiera. Prescindo de todas esas piruetas, señor. ¿Sabe qué es lo que quieren los pueblos? Que los gobierne cualquiera con tal que no les cueste mucho. Yo, a lo ménos, creo que no se necesita mucho para constituir el país; para esto no creo necesaria esa medida aunque para esto mismo se hayan reunido Congresos desde 811 i nunca ha podido conseguirse. ¿Qué embarazo hai para esto? ¿qué dificultad hai para que en cuatro meses haga el Congreso su trabajo? Evitaría esto, que el diputado en la Sala negase la cualidad del Congreso; pero, sin embargo la Sala se ha declarado tal o nosotros nos hemos lisonjeado de poder hacerlo todo. Si es así, es preciso que cada diputado vaya arreglando sus cosas i se vaya sin divagar en otros asuntos mas allá de lo que quieren los pueblos. Decir que, en esta parte, se cree imposible hacer todo en el tiempo que indico en las proposiciones, es un equívoco. Yo, que soi el menor de todos en luces, me atrevo a presentar en 24 horas un reglamento que atase las manos al Ejecutivo para hacer el mal i solo le dejase libertad para hacer el bien; ¿qué calidades debian tener los diputados para fijar el término del futuro Congreso? ¿Qué embarazo hai para que el Congreso concluya sus sesiones en el término que he indicado? A no ser que quiera sostenerse. Unos quieren que el Congrego se disuelva; otros que nó, porque todavía no ha hecho la Constitucion ¿I quién ha dicho que los pueblos de América necesitan todavía de Constituciones sino de unas bases? Así es que debe fijárseles un término para que pueda de este modo ir siguiendo el curso de la revolucion. Yo estoi cierto que las secciones limítrofes deben tener una influencia inmediata sobre los destinos de Chile.

Por esto soi de opinion que la Sala se instruya de las proposiciones i modificaciones que he propuesto, para ver si son adoptables i ver si de algun modo podemos cortar esta discusion acalorada. Yo seré el primero, cuando se trate de elecciones, siempre en opinar que los eclesiáticos no entren en los cuerpos lejislativos; ellos son ánjeles de paz i deben desentenderse enteramente de las cosas políticas; yo no debia estar aquí por ser eclesiástico, pero, ya que mi destino me ha puesto en este lugar, debo tomar parte en los asuntos que me han encargado los pueblos i porque creo que mas bien puede cortarse esta discusion, que no continuar en contestaciones i debates que se han de agravar en el curso de la discusion.

El señor Ovalle don J.A. —Despues de discursos tan maestros, tan eruditos i tan llenos de convencimientos, parece que no hai nada que discutir; pero, al ver una mocion puesta en discusion por tres veces, que en la vez primera ha sido rechazada, lo mismo la segunda, i que la tercera ha visto una discusion tan árdua, quisiera preguntar a la Sala ¿qué motivos habria para admitir una mocion que por dos veces ha sido rechazada? No diviso otro motivo sino la muerte que, se pretende, se iba a dar a los señores Campino i Vera. Se asienta que hai un fómes de la revolucion en la misma Sala. Se dice que hai un fómes de bajezas e intrigas. Yo lo que creo es que hai un fómes de dependencia i de servilismo, una dependencia vergonzosa que se pretende. Creo que, en los discursos de los individuos que apoyan la mocion, he visto denigrada la conducta de todo diputado i de todo el pueblo de Chile; es una impostura ridicula, una impostura indecente; i como tiene el país periodistas vendidos, periodistas bajos i serviles, esa clase de hombres son los que deben salir de la Sala; cuando veo hombres que pretenden la disolucion del Congreso para poner en ejecucion sus miras depravadas ¿qué he de esperar de la Sala? Miradas las circunstancias; solo... (¡A la cuestión! por el Presidente). Por eso creo, señor, que ni a discusion deberá admitirse el proyecto, despues de habernos ocupado dos dias enteros. El tiende a la disolucion del Congreso, en circunstancias que, los que han apoyado la mocion, debian advertir que mejor es no existir que ser tan viles.

El señor Campino. —Yo habia pensado fundar largamente los motivos que me han movido a presentar la mocion; pero ya se ha hablado bastante i solo hago presente a los señores que van a votar que tengan presente la discusion de hoi.

El señor Infante. —He observado, desde la instalacion del Congreso, que ha habido moderacion en los diputados i que si alguno ha querido insultar a otro, ha habido otro mui moderado. He visto que un señor (i yo respeto sus luces), ha dicho, al llamar al órden a un diputado, que se le deje seguir i despues se le contestará. Yo creo que esto debe producir muchos males. El deber del Presidente es volver al órden a los diputados; digo esto porque se ha dicho que las personalidades que se han aducido deben influir sobre la votacion; pero, observando esta regla, en lo sucesivo no habrá desórden. Yo quisiera decir mucho porque a mí se me ha insultado mucho por un diputado, porque todo lo que dijo de esa ignorancia, presentar mociones descabelladas, ha sido por mí. Si soi ignorante, él será sabio, si son descabelladas las mociones, él tendrá mas acierto en las que presente, él tendrá sabiduría; pero yo no hago caso de todo esto, solo pido que se guarde órden en lo sucesivo.

El señor Calderon. —Creo, señor, que el mayor descrédito del Congreso es el que los mismos miembros le damos. La razon: tenemos tres dias en la semana sesion, a las diez, pocas veces nos reunimos, i por la órden del dia debe ser la sesion a las diez, pero a las doce todavia no se junta la Sala. Pido, pues, que si el Congreso ha de continuar así, hallo mui justo que se disuelva. (Se le llamó a la cuestion.) No quiero hablar mas.