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CONGRESO NACIONAL

entretenido bastante a la Sala i al pueblo en asuntos mios, pero mas bien ha sido en obsequio del pueblo que me ha nombrado su representante i que me ha hecho sufrir en estos dias bastantes amarguras.

El digno señor diputado Infante, por sus principios populares, ha hablado en contra de la mocion con el carácter propio de un hombre que ama la libertad de su país. Pero tambien Homero se duerme. Ha dicho que el Ejecutivo ha de ser autorizado; nada de eso, señor; basta con las leyes que tenemos. Al Poder Ejecutivo lo que se le debe decir es que, conforme a las leyes, castigue a los perturbadores del órden.

Por lo que hace a la apuntacion del señor Barros, que los diputados no puedan admitir empleos, de que ha merecido aprobacion; pero en las circunstancias es importuna. Son otras las medidas que exijen las circunstancias del dia.

Vuelvo otra vez a mi persona, porque en este último dia es preciso hablarlo todo. Jamas he aspirado a nada, jamas he pedido empleo ninguno. En la revolucion de 19 de Junio, se me nombró de diputado (porque este pueblo ha querido jugar con mi persona); creo que todos me tratan con llaneza, públicamente me dicen «Cárlos Rodríguez, Carlitos»; todo está bueno, pero se debe advertir que no he pedido empleo ninguno. Añadiré una cosa que no he dicho. Estando de diputado, por conducto de un amigo, me mandó decir el Ministro del Interior que me daría el juzgado de letras de Valparaíso. Nada me sobra; este destino lo pude haber admitido en otras ocasiones; pero, en las circunstancias en que me hallaba, no creí que me fuese honroso el admitir un empleo; entónces me fui a donde el Ministro i le dije que, estando de diputado, no podia recibir el empleo que me obsequiaba. Esto lo digo para satisfaccion del señor Barros, a cuya opinion ahora me opongo. Si se dice que no se den empleos ningunos a los diputados; se hace un agravio a la parte del Congreso que quiere que éste subsista; me esplicaré. Se dice que en el Congreso hai dos facciones, una que tiende al Ejecutivo i otra a la existencia del Lejislativo. Tal vez el oprobio vendría mas bien sobre el Congreso mismo si se conservaba en esa medida. La mocion del señor Infante, sobre esto mismo, está pendiente i se discutirá a su tiempo.

Volveré a mí. Suplico a todo hombre que me haya oido una mentira una sola vez, que no me crea nunca. Yo voi a hablar la verdad. Cuando tuvimos la desgracia de emigrar en 1814, el señor don José de San Martin, que entónces era gobernador de Mendoza, con este motivo, hallándome yo enfermo, me ofreció su amistad; i en virtud de que mi padre, no teniendo nada de sobra, me dió. Yo sé que hai aquí varios amigos a quienes les dije que don José de San Martin tenia mi corazon doblado. Este señor, en medio de su política grosera, me dijo que le informase de los sujetos que habian tenido empleos en Chile; yo francamente le dije quienes eran; entónces se descolgó a decirme que le hiciese una notita de sus aptitudes. Me quiso envolver i me libré del naufrajio. Le dije que nunca calificaria las aptitudes de mis paisanos. Despues me dijo que le proporcionase algun arbitrio (otro conflicto). Hallándome haciendo un papel mui ínfimo en Mendoza, le dije que el único arbitrio que encontraba, era que todos los chilenos que estaban allí emigrados, jurásemos no tener empleo ninguno en 5 o 6 años. En eso, dijo que estaba el pueblo sano de Mendoza (como dicen los aristócratas, el pueblo sano, la parte sana del pueblo ¿i cuál es la parte enferma, cuál es la parte loca?)

Se dice tambien que he traido mal a colacion la comparacion del gran pueblo de Buenos Aires. Yo no le cité sino para rebatir al señor Cáceres que dijo que nos viésemos i nos comparásemos a la inmortal Buenos Aires; dice el señor diputado que esa Junta fué despues de haber corrido sangre; diré tambien que creo que se engaña el señor diputado, porque ya existia esa junta, cuando entró a quitar al señor Rodríguez i se amparó del convento de San Juan, i tuvo esa entereza; pero como esas voces huecas de que perece el país, que la anarquía asoma, no se atienden i se desprecian, continúan en insultar i apostrofar el honor de los hombres. Perezcan hoi luchando con la víbora que los oprime. Es preciso hablar con franqueza, es preciso dar importancia a ese pueblo que nos escucha. Si me acuerdo de algo mas, diré, si se me permite.

El señor Albano. —Mi corazon se consterna cada vez mas i mas cuando contemplo que las pasiones por grados se exaltan. No es este el modo de encontrar la verdad. Ella se oculta cada vez mas, siempre que solo atendemos a nuestras pasiones. He dicho i es constantemente aprobado por la esperiencia, que la exaltacion en los cuerpos lejislativos es mui perjudicial. Así deseo que los representantes, que ahora los ocupa su calor, examinen si hai un arbitrio para que el Congreso continúe o deje de existir. Yo me avanzo a dar un proyecto comprendido en cuatro artículos; considérese que el Congreso no puede ser eterno i debe tener un tiempo fijo, i supuesto que ha pasado un período suficiente para arreglar los intereses de Chile, i no se ha hecho, es preciso ya fijárselo.

No me parece bien el proyecto emitido por un señor diputado, en que trataba de renovar el Congreso, como se ha acostumbrado en otras partes. Esto traería sus inconvenientes (se le llamó a la cuestion); yo he emitido unas proposiciones con las que modifico la mocion. Todavía no se ha consultado a la Sala si se trata del primer artículo del proyecto solamente. (El Presidente dijo que ya habia consultado a la Sala sobre el particular i que ella habia acordado así.)

Estaba diciendo que la renovacion por terceras partes traería el inconveniente de que se renovase la Sala por sí misma, pues los diputados tienen in