Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo X (1824-1825).djvu/324

Esta página ha sido validada
323
SESION DE 22 DE ENERO DE 1825

hallan sumerjidos en la mas lamentable orfandad, hé aquí el primer deber de los representantes de la Nacion.

El ciudadano Díaz Muñoz pudo haber tocado resortes que fijamente habrían llenado el objeto de su solicitud; pero ha creido que ataca de frente a los principios de delicadeza que caracterizan al señor Ministro del Interior, con quien le ligan las mas íntimas relaciones de sangre i estrecha amistad. Soi, pues, de dictámen que el Congreso no debe trepidar un momento en acceder a la solicitud del ciudadano Díaz, cuando se dé el reglamento de la enajenacion de bienes nacionales.

Con los mismos sentimientos, se espresaron los señores Vera, Ocampo, Caldera i González, solo advirtiendo que todavía no habia una lei sobre este particular.

(NOTA. —Con bastante sentimiento, el taquígrafo dejó pasar los discursos de estos señores, por haberse descompuesto la pluma i no tener repuesto para estos casos.)

El señor Presidente fijó la proposicion, despues de haberse declarado suficientemente discutida, en estos términos: se le recomienda al Ejecutivo sobre la solicitud del señor Díaz o se espera a que se dicte la lei.

Se tomó la votacion, de la que resultaron veinte sufrajios por que se esperase la lei para recomendarle; ocho por la contraria; cuatro porque se le recomendase ahora i cuando se dictase la lei, i dos cuando quiera el interesado, quedando acordado que se esperase la lei para recomendarle.

Se leyó otra de don Juan Enrique Guzman, pidiendo se le diese en venta la estancilla de Santa Rosa i que se liquidase la cuenta de sus sueldos.

Se acordó lo mismo que en la anterior.

En este estado, se levantó la sesion.


ANEXOS

Núm. 303 [1]

Hemos oido hablar en la Sala de la Lejislatura sobre un proyecto de lei para la enajenacion de los bienes nacionales. Hemos tenido tambien gran complacencia, oyendo varios dictámenes acerca del modo de hacerlo para que, resultando en ventaja de la Nacion, lo sea de los ciudadanos particulares, cuyas fortunas se hayan consumido por la revolucion.

Ya ántes el señor Campino habia sábiamente demostrado las ventajas que debia reportar el Fisco con su enajenacion, i aun avanzando su dictámen hasta tener por mas conveniente que se obsequiasen, si no habia compradores, que el que se hallasen arrendados o en administracion siendo propiedades fiscales.

El señor Vera opinó por que la lei que se sancionase, fuese reglamentando el modo de su enajenacion, a efecto de que se aumentase el número de propietarios i que la subasta recayese en los que no lo son.

Este señor representante ha dado en el principio de hacer sentir inmediatamente los beneficios de una lei buena. ¿Qué importaría que la Representacion Nacional se ocupase de un Código, cuyo efecto bueno o malo, debia producirse dentro de tres o cuatro jeneraciones? ¿Qué importaría, volvemos a decir, que nos fijásemos en los principios rutineros de hacer lo bueno, porque únicamente lo es o ha surtido bienes en otras partes, sin meditar el caso o las circunstancias que mediaron? En nuestro país, la actual jeneracion es la que padece; la revolucion ha introducido la mas espantosa miseria; ella ha hecho nacer de sus mismos horrores el monopolio i el aislamiento de miles de familias, i será preciso dar ocupacion ántes a los que perecen por falta de recursos para subsistir, que presentarles leyes que prevengan en lo sucesivo el mal que está hecho i es preciso curar de pronto.

Si se persigue al vago, éste preguntará a sus perseguidores cuál es la ocupacion que se le prepara para no serlo; si se quiere castigar al tramposo o ratero, ellos dirán que estando entregados en manos de la avaricia i el monopolio, aun de los artículos mas necesarios para la vida, es un arbitrio legal la superchería i chicana; i si, en fin, se quiere tranquilidad ¿cómo conseguirla sin evitar la mendicidad? Concluiremos con el célebre Montesquieu, al libro 28, pájina 313:

«Cuando se halla despoblado un Estado a causa de particulares accidentes, cuales guerras, hambres i pestes, hai varios arbitrios todavía. Los hombres que quedan, pueden conservar el espíritu del trabajo e industria i son capaces de tratar de reparar sus desastres i volverse mas industriosos con la calamidad misma. El mal es casi incurable cuando la despoblacion trae su oríjen de mui atras por un vicio interno i un mal réjimen. Han perecido ya los hombres de una enfermedad insensible i continua, i nacidos en la languidez i miseria i en medio de la violencia o errores del Gobierno, se vieron consumir sin conocer frecuentemente la raíz de su ruina. Los países asolados por el despotismo o por las excesivas prerrogativas del clero sobre los legos, son ejemplares de ésta.

«Para reponer un Estado despoblado en estos términos se esperarían en balde remedios de las criaturas que pudiesen nacer. No es ya tiempo; los hombres están decaídos i sin industria en sus desiertos. Cuesta dificultad para mantener a una familia con una porcion de tierras que podrían mantener a una poblacion entera, El pue

  1. Este artículo ha sido trascrito, para dar idea de la discusion de que trata, de El Correo de Arauco, de 26 de Enero de 1825, número 43. (Nota del Recopilador.)