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CÁMARA DE DIPUTADOS

zas a los desesperados, aunque aniquile la de los buenos, proscríbase la memoria del Gobierno firme, justo i prudente que nos ha vuelto los dias de gloria i de paz, para que se entregue el mando de las armas al que las tomó rebelde i las dejó cobarde; el Gobierno al que proscribió solemnemente hasta la libertad de pensar i de hablar, que hizo declaración formal de guerra civil, que concitó a los estranjeros contra su Patria i que ridiculizó a Chile; vuelvan sus ajentes i renuévense las escenas de horror ejecutadas con los inválidos i artesanos pacíficos para que se sa tisfagan los intereses de los autores de la desorganización i descrédito del pais; promuévase de nuevo el trastorno i envilecimiento de 828 i 29 i las catástrofes de 30; volvamos, en fin, a ver ciudadanos conducidos al cadalso porque tuvieron curiosidad de verlos exesos a que la inmoralidad habia conducido al ejército ¡i esto! despues de un año de órden i progreso de todos los ramos, cuando se comienza a afianzar el imperio de las leyes i cuando bendecimos los jénios que nos sacaron de la guerra civil.— He dicho.

Tomó el señor Rodríguez la palabra por tercera vez i oprimido con el peso de las razones con que se habia refutado su proyecto, salió de la cuestión i solo dijo a cerca de ella que habia oido discursos pomposos en que se tiataba de acriminar a los militares, i se remontó al oríjen de la revolución que, en su concepto, fué la obra de unos pocos hombres, reunidos el 7 de Noviembre de 829 en la sala del Consulado. Preguntó, con este motivo, quiénes habian sido los causantes de la revolución i quiénes los autores, i concluyó esponiendo que esta cuestión era odiosa i delicada, i que, prescindiendo de ella, era necesario ser jenerosos con los militares dándoles sus sueldos i empleos; que valía mas ahorcarlos que tenerlos pereciendo, i que si él hubiese previsto que habia tanta oposicion para restituirlos a sus destinos, se habria opuesto a la elección de los señores Prieto i Portales para Presidente i Vice de la República, la noche que, en la reunión de ámbas Cámaras, se proclamó su elección. El señor Vial, don Manuel, espuso, poco mas o ménos, las observaciones que siguen. Los autores de la revolución fueron el Vice-Presidente Pinto i las Cámaras refractarias, porque violada por ellos la Carta cuya observancia i cumplimiento les habia encargado la Nación, reasumió el poder que Ies habia confiado para velar por su seguridad i conservación. Esa revolución no fué la obra de un corto número de hombres, como mui a su pesar lo ha visto el señor diputado que acaba de hablar. Fué el resultado del consentimiento i de la voluntad de todos los chilenos. I)e aquí nació esa autoridad establecida por la Nación que invitó a esos militares a que dejasen las armas, i que, reconociendo su lejitimidad, restaurasen el órden i la paz pública. No quisieron hacer ni uno ni otro; porque persistieron en hacer la guerra a los pueblos i en desobedecer al Gobierno.

En las guerras civiles, lo mismo que en las internacionales, quedan sin destino los militares vencidos, i no tienen mas derecho que auna corta asignación para alimentarse miéntras sean detenidos en prisiones, i es mui ridículo que se exija una causa prévia para destituir a unos militares a quienes el hecho solo de ser vencidos en acción de guerra les impuso esa pena.

Los que, sin haber tomado las armas, desobedecieron al Gobierno, se separaron voluntariamente del servicio, renunciaron de sus destinos a la faz de la Nación, dijeron solemnemente que ya no querian servirle, i el Gobierno a su nombre aceptó esa renuncia. ¿Por qué, pues, se pretende ahora imponer esa obligación de volver a emplear a militares, de los cuales unos dejaron el servicio voluntariamente i otros fueron arrojados de él por el derecho de la guerra? Esa reposición que se solicita es una autorización de los mas graves delitos, pues que dejándolos impune se abre el camino a los militares para abusar de las armas, fomentar i sostener convulsiones, i exijirse en árbitros de la suerte pública i en reguladores de la voluntad de los ciudadanos, seguros de que, en todo evento, han de ser conservados en sus puestos sin sufrir el menor castigo.

Cuando se finja desconocer la justicia con que esos militares fueron dados de baja, para suponer gratuitamente la obligación de reponerlos, medítese siquiera el horrendo ejemplo de corrupción que se presentara por las autoridades nacionales, si accediera a la mocion del señor diputado.

Pero aun mas, desentendámonos de todo; sepúltense los hechos de los militares en el abismo del olvido, dé la Cámara entrada a la compasion i acepte esa medida como un acto de jenerosidad, según se ha espuesto. ¿Pueden los funcionarios públicos ejercer estas virtudes en el desempeño de sus deberes? La jenerosidad es una cualidad mui loable en el hombre privado, pero exijir la de los diputados de la Nación, en el carácter de administradores de sus intereses, es pedirles que falten a la confianza con que los pueblos les honraron. Ser jenerosos con los intereses nacionales para agraciar a hombres que, por distintos motivos, dejaron el servicio de la Nación, creando una especie de jenerosidad desconocida por medio de una lei, a fuerza de desentendernos de la realidad de las cosas, es una falta a los deberes de diputado mas criminal que la causa porque se quitaron los empleos a esos militares. Esa jenerosidad nada ménos importa que una lei por la cual se destinan fondos del Eiario público para poner en ejecución otra lei que, erijiendo la impunidad en deber, le decreta premios. Los servicios pasados de los nrilitares no son salvoconducto para revolucionar, para desmoralizar i para desvastar a la Patria a pretesto de la Independencia a que contribuyeron.

Un acto de infidelidad contra esa misma Patria borra i estingue los servicios anteriores, i nin-