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CÁMARA DE DIPUTADOS

mero de ejemplares que recibe de los diarios, los someta a su voluntad, a su capricho, los esclavice, en fin, es lo que queda sin esplicacion en el discurso que refutamos.

Que un partido social o político levante i sostenga un periódico, es pues, mui natural, mui en el órden; i ese periódico será mirado como el órgano del sistema que represente; él uniformará la opinion de sus sectarios i aumentará su número. Pero deducir de esto que ese instrumento defuerza, ese campeón de ciertas ideas i de ciertos principios esté a merced de quien le quiera comprar un número de ejemplares, i dispuesto a torcer su marcha en la direccion que éste le indique aun cuando pugne con su programa, con su divisa, es una deduccion absurda e injustificable. Todo periódico, ya sea hijo de una especulacion o de intereses de partido sale al mundo, en Chile como en todas partes, con una declaracion de sus principios i del fin que lleva en vista. Lleva en su frente, en su nombre, escrita muchas veces su creencia social i política, su carácter, sus tendencias, la esfera que se propone recorrer, el lugar que se propone ocupar en el campo periodístico. Su aparicion i sus trabajos, lo mismo que sus ideas son acatadas o rechazadas por la opinion que le presta o le retira su apoyo, lo alimenta o lo mata. Mas en todo esto léjos de ser los suscritores los que dicten al periódico sus principios, ellos vienen i se plegan por simpatía a ellos; i por su propio bien, en su provecho solicitan, comparan la participacion que reciben de las ideas i principios del periódico.

Esto nunca podrá llamarse esclavitud en la prensa, abnegacion de sí misma en provecho del capricho del que mas dé, sino un cambio mutuo de servicios, un simple contrato do ut des.

Entre esos suscritores, el Gobierno que simpatiza con las ideas, con los principios, con la marcha de un diario, lo compra i lo esparce en el pais, i del hecho de suscribirse seria mas natural inferir que hai simpatía entre ese diario i la administracion, que suponer que la administracion ha comprado los servicies de ese diario, lo ha esclavizado en fin.

En tal caso esa compra no se haria de ese modo, no iria en forma de suscricion sino que se haria pagando real i efectivamente no el papel publicado sino el servicio prestado en la mera propalacion de los principios i opiniones dictadas por el comprador. Así es, señor Diputado, como se compran diarios en Europa, así es como mandan los Gobiernos en los periódicos que tienen a su servicio i que costean, llamando los Ministros i conferenciando con sus redactores, pero entre el Gobierno i nosotros no existe tal contrato, ni él nos da cosa alguna ni comunica con nuestros redactores, i a fe que por ser el mas importante es el ménos exijente de nuestros suscritores.

"Las colas en nuestro sistema social, ha dicho Irizarri, son mas temibles que las cabezas." La cola, decimos nosotros, el último de los suscritores es mas incómodo, mas despótico que el primero de ellos, el Gobierno. Mas, a pesar de saberse esto, de decirlo todos los dias, no nos supone tan imbéciles que nos prosternemos, nos esclavicemos i reconozcamos por amo al que nos compra por medio lo que a todos vendemos por un real; a quien nada debemos porque nos tome nuestro diario lo mismo que él nada nos debe a nosotros porque se lo vendemos; a quien nada nos da ni paga la mas mínima parte de nuestros gastos.

Pero supongamos que fuese posible que asi nos prodigásemos, que gratuitamente i de puro aficionados nos esclavizáramos al grado "de callar, como dice el señor Diputado, delante de las necesidades públicas, sólo por no desagradar al Gobierno" ¿no está solemne i prácticamente desmentida esta imputacion en los mismos hechos que ha citado el señor Diputado para fundarla? Toda sospecha, toda preocupación desaparece delante del empuje irresistible de los hechos, i una marcha uniforme de diecisiete años son los que forman nuestro mejor argumento.

Mucho partido se saca todos los años de la cantidad invertida en la suscricion de este periódico, i hasta se emplean palabras que envuelven un doble sentido. ¿Quién por ejemplo al oir al señor Toro decir en la Cámara que cerca de $ 4,600 cuesta el periódico Mercurio, no creeria que se trata de una asignacion hecha a este diario para ayudar a sus gastos? Pues señor, vamos a repetir este año la publicacion de nuestra cuenta con el Gobierno, a fin de que todos i el mismo señor Diputado entre ellos, vean a lo que viene a quedar reducida la decantada proteccion, los decantados $ 4,600, esa ponderada suscricion que ha venido a formar la piedra de toque, donde en todos los años se ha de ensayar en abuso i recriminaciones la elocuencia de algún miembro de la Cámara. Vamos pues, como decia El Mercurio el día 28 de Agosto del año pasado contestando al señor Palazuelos, a violar el secreto de nuestras cosas domésticas; vamos a presentar por segunda vez el cuadro exacto de nuestras relaciones con el poder; i al efecto vamos a tomar las palabras mismas con que El Mercurio contestó ahora un año a un cargo enteramente igual al que hoi se nos dirije, dice así:

"La proteccion del Gobierno a El Mercurio se reduce a comprarle doscientos ejemplares por la mitad de su precio. Toma a medio real cada uno de ellos i por consiguiente no son $ 600 los que paga mensualmente a la prensa, sino 373. A mas de esto El Mercurio está obligado a rejistrar en sus columnas todos los actos oficiales, es decir, a hacerle al Gobierno una segunda edición de El Araucano, condicion cuyo gravámen no conocen muchos lectores, porque creen que las redacciones no tienen con qué llenar los