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SESION EN 11 DE OCTUBRE DE 1843

licita i quisiera que el Gobierno nos dijera cuáles son esos gastos. Digo esto, señor, porque tengo entendido para mí apartándome de lo que piensa el comun de las jentes, que un obispo, bien examinado su carácter, necesita mui poco para desempeñar sus funciones pastorales; es un hombre pobre, un verdadero discípulo de Jesucristo, dedicado a difundir la relijion i la moral, i a predicar el Evanjelio. Temo pues que se pidan estos $ 4,000 para casullas de lama, capas de tisú, ricos ornamentos, magníficos candelabros; i temo tambien que si ahora concedemos al obispo de la Serena $ 4,000, mañana nos pedirá $ 8,000 el arzobispo.

¡Pedir $ 4,000 para comprar ricas vestiduras! No estoi conforme, i soi de opinion que se pida al Gobierno una razon de los objetos en que deben emplearse esos $ 4,000. Si yo fuese a Coquimbo, i el reverendo Obispo me abriese una gran caja diciéndome: Esta caja que Ud. vé aquí, está llena de casullas de lama, de ricas capas de tisú, de magníficos ornamentos que he comprado con los $ 4,000 que me concedió el Congreso, yo diria: Perdóneme reverendo Obispo de no estar conforme con su opinion; i me avergüenzo de haber apoyado con mi voto un gasto tan inútil, tan discordante con el dogma de nuestra relijion católica. La virtud, la moderacion, la humildad deben ser las vestiduras del pastor verdadero, i las bayetas representan tan bien esas virtudes como los terciopelos i tisúes (Movimiento en la Sala). Pero no he tomado la palabra sólo para desahogarme; tampoco la he tomado para oponerme al proyecto; soi mui amigo del decoro de la iglesia; pasaré mas adelante, tengo un celo fanático por ese decoro, pero como yo no veo en él otra cosa que lo representen sino las virtudes, esas virtudes inhérentes al sacerdote, temo mucho que ellas sean suplidas con necios adornos, con coberturas brillantes, disimulando, ocultando de ese modo esos sepulcros que no deben encerrar misterios, que deben estar a la vista de todo el mundo. No vengamos, pues, señores, a ser los mentirosos barnizadores de esos sepulcros, cerremos de una vez la puerta a la disipacion, a esa disipacion que tantos males ha causado a los progresos de la relijion católica; mandemos que se cubran con bayetas esos sepulcros para que de ese modo queden diáfanos, i la iglesia católica recobre todo su poderío, toda su pompa. Este deseo, señores, es el que me anima a hablar, pues quisiera que cesasen de una vez esas disipaciones. ¿Por qué no se pregunta en qué objetos va a empleársela suma que se solicita?... ¿Es acaso para ir a mentir a Coquimbo?... ¿Por qué en lugar de comprar vestiduras, no se dotan escuelas que diseminen la moral i mejoren las costumbres?... Protesto pues contra una medida que es infame, inmoral. Protesto contra ese espíritu bárbaro de disipacion i me opondré a los $ 4,000, miéntras no sepa la inversion que va a dársele.

El señor Cerda tomó la palabra. Por la disposicion de una lei de Indias vijente en la actualidad i que ha estado en constante práctica, se establece que los Obispos tengan sueldo desde el tiempo en que se le estienda el fiat de Su Santidad, pues se les quitó por las mismas leyes la cuarta episcopal de que gozaban anteriormente. En conformidad con esa lei, se pagó al Arzobispo de Santiago i al Obispo de Concepcion. Se presenta ahora el de Coquimbo, i a la verdad señor, que ninguno de los anteriores tenia tantos motivos como éste. Coquimbo es una provincia escasa. Los ornamentos, las vestiduras, i demas preparativos indispensables para una Catedral se deben costear por el señor Obispo. Este sacerdote, uno de los mas desinteresados i virtuosos, se presentó al Supremo Gobierno haciendo la solicitud en que ahora nos ocupamos, i estoi seguro que gastará mucho mas de esta suma en los vestidos, ornamentos i demás materiales de la iglesia a cuya cabeza se va a poner. El Gobierno le pidió una razon de esos gastos i el reverendo Obispo le dijo que necesitaba sólo $ 4,000, a pesar de que la suma que debe invertirse será mucho mayor i sin embargo de ser tambien la que alcanzaba por sus sueldos. Este es el oríjen del proyecto.

No estoi mui al cabo de las partidas en que van a emplearse los $ 4,000. Pero presumo que será en esos ornamentos de terciopelo que mirando la cuestion con ojos diferentes que los del señor Diputado preopinante, considero de absoluta necesidad para el decoro de la iglesia. Convengo con el señor Diputado en que puede permitirse a los sacerdotes vertirse de bayeta, pero cuando desempeñan las altas funciones de su ministerio, es necesario que estén revestidos de modo que infundan un gran respeto. ¿Se quiere acaso que no haya ornamentos? ¿Se pretende variar las vestiduras i demás esterioridades que la iglesia misma ha establecido? Es necesario, señor, que convengamos que los hombres somos mui materiales. Mucho pudiera decir sobre este asunto, pero lo creo innecesario. Estoi seguro que el reverendo Obispo de Coquimbo va a gastar los $ 4,000, no en hacer invenciones de su cabeza sino en cumplir con los ritos que la iglesia católica ha establecido, i establecido mui bien, porque sin ellos el culto que profesamos, careceria de la pompa i del respeto debidos. En conclusion, creo que la Cámara en virtud de lo espuesto se habrá convencido de lo escaso de la suma, i asi no vacilará en dar su aprobacion al proyecto que nos ocupa.

El señor Palazuelos tomó la palabra. Creo que cuando en la otra vez tomé la palabra, no dije con bastante claridad que hacia indicacion formal, para que se pidiese al Gobierno una razon de los objetos en que van a invertirse los $ 4,000 que nos pide el Reverendo Obispo de la Serena.

Es menester, señor, que sepamos, que averigüemos hasta la inversion de un centavo que nos