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SESION DE 29 DE JULIO DE 1836

damente no hubiese sido destruida en la acción de Lircai.

Antes de esa accion obtenida a costa de la sangre chilena, de que siempre será responsable don Ramon Freire, el Congreso de Plenipotenciarios i el Gobierno Jeneral instalado i reconocido por todas las provincias, le requirieron para que dejase las armas i acabase de este modo los males con que hacía jemir a la Patria; pero este caudillo, sordo enteramente a las voces de la autoridad,llevó adelante el designio de erijirse en un tirano de los pueblos e hizo inevitable una lucha entre hermanos, manifestando en ella aquella cobardía que rara vez deja de sentirse cuando se sostiene una mala causa.

Despues del mal éxito de Lircai, don Ramon Freire que, por sus propios hechos, había perdido sus grados i condecoraciones; don Ramon Freire que, por sí mismo, había enteramente derrocado la opinion i deshecho el prestijio de que gozaba; ese Jeneral que no se atrevía ya, justamente, a aparecer en público, fué sorprendido en esta capital por los ajentes de la policía; i el Gobierno, que no podía mantener en el seno de la República a un individuo con cuya fidelidad no debía contarse, lo mandó salir de un territorio en que ya no era dable que existiese sin dar recelos de otras tentativas que ciertamente no le habrían producido resultados favorables, pero habría retardado el logro de la paz, único i suspirado objeto de los chilenos.

Mas de seis años han corrido desde la separacion de don Ramon Freire i en todo este tiempo no ha cesado de procurar medios para turbar la tranquilidad de que ha gozado Chile, i perturbar la carrera de sus adelantamientos, los cuales han sido para él mas sensible que pudieran serlo para el mayor enemigo de la Patria. Proyectos diferentes le han ocupado, i no pocas veces se han dejado sentir en nuestro suelo los efectos de sus cavilaciones, que el Gobierno ha despreciado, siguiendo siempre la marcha franca, leal i justa que ha traido a Chile esa paz deseada a cuya benigna influencia ha debido los mas rápidos progresos en todas las ramas que pueden hacer feliz a una nacion.

En este dichoso estado de paz, el mas envidiable, nos encuentra la noticia del último atentado de don Ramon Freire, a cuyos procedimientos no puede darse el mas pequeño colorido de razon ni de justicia.

¿Cuáles son los derechos que tiene don Ramon Freire sobre nosotros para invadirnos? No otros que los de un pirata que viniese a turbar nuestro reposo. ¿A qué viene a Chile don Ramon Freire? ¿Quién le ha autorizado para invadir el territorio de su Patria a mano armada? ¿Quién, para que venga a atentar contra las leyes, contra las autoridades i contra los pacíficos ciudadanos que las respetan? ¿Ha juzgado que es un señor natural de los chilenos, que tiene derecho para subyugarlos? Se engaña. Chile juró su Independencia para formar una nacion libre, no para hacer el patrimonio de ninguna persona o familia, i los chilenos aprecian, como deben, las prerrogativas que han sabido granjearse i no llevarán con paciencia que un hombre quiera disponer a su antojo de sus destinos i ejercer sobre ellos una dominacion que no autorizan sus leyes, leyes por cuya defensa están dispuestos a hacer los últimos sacrificios.

Don Ramon Freire hace mucho tiempo que dejó de ser el que fué para Chile; miéntras peleó por la Patria i mantuvo su decoro, los pueblos le tributaron sus consideraciones i tuvo amigos entre los que creyeron que podía contribuir a la felicidad de la República; pero, desde el momento que sus últimos hechos desmintieron el concepto que de él se tenía, el desprecio i el aborrecimiento ocuparon el lugar de los sentimientos anteriores, i ese nombre que ha dejado de ser honroso para su dueño, no puede hacer ilusion ni inspirar temores a nadie. ¿Qué chileno honrado, sean cuales fueren sus circunstancias, podrá seguir la bandera de un hombre que se atreve a perturbar la quietud del pais en que tuvo la dicha de nacer? ¿Cuál será el patriota que piense unir sus esfuerzos al enemigo mas declarado de la patria? ¿Cuál el amigo del órden que no se estremezca a vista de los desórdenes en que se amaga a la República? ¿Cuál el propietario que mire con ojos serenos la necesaria diminucion de su fortuna por las novedades que pretende introducir la ambicion mas rabiosa i desenfrenada? No trepidemos un momento en afirmar que la temeraria empresa de don Ramon Freire debe producir las sensaciones mas ingratas i el mas jeneral pronunciamiento contra un paso el mas desacordado que jamas pudo darse.

Por tanto, ni podemos creer que semejante tentativa tenga el menor éxito ni que por ella se altere de modo alguno el órden de la República. Con todo, como nada debe despreciarse, creemos que el Gobierno no perderá momento en apelar a todas las providencias que crea convenientes para asegurar la tranquilidad pública i para contener los intentos de los enemigos de nuestras libertades. Entre ellas se ha hecho precisa la de poner en estado de sitio las provincias de Chiloé i Valdivia, a donde nó sin fundamento se presume se haya dirijido el rumbo de los buques que zarparon del Callao. La de Santiago se ha puesto en el mismo estado i es fácil encontrar la causa de tal resolucion. Aunque la opinion jeneral se ha pronunciado manifiestamente contra los impotentes amagos de que tenemos noticia, el Gobierno no puede estar cierto de que falten jenios díscolos e irreflexivos que amen las novedades i quieran cooperar a ellas sin detenerse a meditar sobre los aciagos fines de tan inconsiderados proyectos; i como en estas circunstancias la salud de la Patria exije medidas prontas i eficaces que no pueden conciliarse con el modo ordinario de proceder, es preciso que