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SESION DE 22 DE JUNIO DE 1837

chilenos, soldados que blasonaban de pundonor, traicionar sus juramentos, entregar la Patria!!... ¿Cómo pudo caber en su mente semejante proyecto? ¿Cómo al concebirlo no se les heló la sangre en sus venas?... Maldígalos la Nación i solo conserve sus nombres para que la posteridad los execre.

No causa ménos horror el modo como han conducido esta obra de iniquidad hasta la sangrienta catástrofe que la ha terminado. No atreviéndose a combatir de frente al Ministro de la Guerra, porque conocían su ascendiente en ti Ejército i el prestijio de su nombre, emplean los medios mas infames para perderle. Bajo traidoras muestras de amistad le acompañan a una revista del Ejército, se apoderan de su persona, le insultan cobardemente, i cuando se ven sorprendidos en sus planes i sin mas recursos que un combate desesperado, le asesinan con la mayor crueldad i alevosía. Un atentado de esta clase es sin ejemplo en el pais. Hemos visto malvados de profesion que no han respetado la inocencia, el sexo ni los años; mas, éstos han salido siempre de la hez del pueblo; de entre aquellos hombres educados en la escuela del delito. Violar la amistad i la confianza; violarla en la persona de un majistrado i violarla con la negra perfidia que acabamos de ver, estaba reservado para estos mónstruos. Los nobles sentimientos del pueblo chileno han padecido con este escándalo una impresion sumamente dolorosa; quién considera la atrocidad del asesinato, quién la ingratitad de los que lo perpetraron, i quién la dignidad i eminentes prendas de la víctima. Porque, no hai duda, la circunstancia de haberlo sido el señor Portales, saca el crimen de la clase de los comunes. El honorable Ministro tenía enemigos; (los han tenido siempre los varones ilustres) pero nadie negará que el amor a la Patria era su pasion dominante, que ha triunfado de las facciones i ahogado la anarquía, que ha regularizado la marcha de la administración i afianzado nuestra respetabilidad, que ha dejado un gran número de verdaderos i leales amigos, en suma, todos le contarán entre los primeros hombres que ha presentado la América despues de su gloliosa revolución.

Estas tristes reflexiones se agravan mas atendiendo que la República se halla empeñada en una guerra esterior, i en vísperas de remitir una expedicion, en la que se cifraban tantas esperanzas, i de la que iba a resultar la consolidacion de nuestro crédito i la tranquilidad del pais. Olvidemos los inmensos gastos de su apresto, lo que costará reponerla en el pié brillante en que aparecía, i ciñámosnos a considerar el efectoque producirá esta noticia en el Perú i en los demás Estados que nos observan. Los amigos de la libertad que allí están oprimidos i que tienen fijos los ojos en sus hermanos del Sur, acabarán de desalentarse i maldecirán la suerte que tan tristemente los condene a eterna servidumbre. Nuestros enemigos celebrarán en sus periódicos nuestra deshonra, ridiculizarán nuestro patriotismo i osarán talvez concebir el proyecto de invadir nuestro territorio. A los ojos de las demas naciones apareceremos como los hombres mas inmorales que pisan la tierra, como los mayores enemigos del órden i de las leyes. Por esta razon, cuando torna el pensamiento de indagar los motivos que pudieran animar a los revolucionarios, no se presentan mas que los de un vil interes en unos, del engaño en otros, pero todo obra de las maquinaciones pérfidas del opresor del Perú. Solo el que preparó las disensiones sangrientas de aquel pais i que ha empleado iguales maniobras para trastornar el Gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, solo el que se vale del puñal i la traicion para realizar sus planes de engrandecimiento, solo él podía haber despertado las pasiones negras que han representado el trájico suceso de estos días. En este hecho atroz, reconocerán los pueblos cual es la moralidad i cual la conducta del que se presenta con el título fastuoso de defensor de las leyes i protector de las naciones.

¿Qué debemos hacer en este lance? Abandonarnos a un desaliento fatal? Esto sería coronar la obra de la traición i ceder el triunfo a Santa Cruz. La pérdida del Ministro de la Guerra ha sido grande, porque su jénio allanaba todos los obstáculos i sabía realizar lo que se tenía por imposible; nuestro Ejército ha sufrido tambien alguna baja; pero sobran elementos para reparar estos menoscabos i el patriotismo, herido de frente por manos tan viles, redoblará su eficacia para llevar adelante las miras del Gobierno. En ninguna circunstancia, debemos proceder con mas cautela, pues lidiamos con un enemigo artero i traidor; pero tambien ahora mas que nunca debemos desplegar esa enerjía que nos ha sostenido en medio de los reveses i esa constancia a que hemos debido nuestros triunfos. El pérfido Santa Cruz continuará su plan de asesinato, señalará desde su gabinete las cabezas ilustres que le es preciso comprar, soplará el fuego de la discordia, despertará las facciones, les suministrará dinero i puñales. Continuemos tambien el nuestro, reorganicemos el Ejército, marchemos al Perú i venguemos sobre el solio del tirano la sangre de tantos patriotas que aun está fresca i viva. La situacion en que nos hallamos, no es nueva en la historia. La guerra de los tiranos contra los pueblos libres, es de fecha mui atrasada, i en ella se han empleado las mismas armas de Santa Cruz Siempre la discordia, siempre el puñal de los asesinos. Los pueblos incautos que no han divisado la mano artera que dirijía sus revoluciones o que han desesperado lograr la felicidad a la sombra de las leyes, se han echado en brazos de esos protectores hipócritas i se han condenado a eterno i vergonzoso vasallaje; mas, los que han tenido constancia para sostenerse en la lucha, los que han preferido la