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CÁMARA DE SENADORES

invadir a Valparaiso, i apesar de que se hallan rendidos a discreción mas de 700 hombres, voi en seguimiento del resto que huye vergonzosamente, como lo han hecho el infame jefe i oficiales que intentaron trastornar el orden público. Hasta conseguir aniquilar los últimos restos, he resuelto condescender con el heroísmo de las tropas de mi mando.

Tan completo triunfo no ha dejado de acibarar el ánimo de mis bravos i el mio, pues hemos visto que los que se titulaban restauradores de las leyes han asesinado cruelmente al leal i benemérito Ministro de la Guerra, don Diego Portales, baluaite de las libertades públicas i el mas firme apoyo de la tranquilidad de Chile. En otras circunstancias ménos apuradas i consumada la derrota de los execrables restos que van en precipitada fuga, daré a V. S. un parte mas detallado.

Dios guarde a V. S. —Cuartel Jeneral. —Viña del Mar, Junio 6 de 1837. —Manuel Blanco Encalada. —Señor Ministro de Estado en el Departamento de la Guerra.


Núm. 342 [1]

Decreto:

Deseando dar a la memoria del finado Ministro de Guerra i Marina, don Diego Portales, un testimonio público de veneración i un tributo de gratitud en nombre de la Patria a sus eminentes servicios, he acordado i decreto:

  1. El cadáver del ilustre finado será conducido de Valparaiso a la capital, escoltándole una compañía del batallon Valdivia, i otra de cada uno de los cuerpos de las guardias cívicas de Valparaiso;
  2. Serán relevadas estas compañías a la distancia de dos leguas de la capital por una compañía de cada cuerpo veterano i de milicia cívica de las que se hallaren a la sazón en ella;
  3. Los Ministros i oficiales mayores de las Secretarías de Estado saldrán a recibir el cadáver hasta la misma distancia, i le acompañarán a la Iglesia de la Compañía, donde será depositado hasta que se solemnice su entierro;
  4. Se tirará un cañonazo de cuarto en cuarto de hora en el castillo Santa Lucía, desde que se aproxime el cadáver a la capital hasta que termine la solemnidad relijiosa del entierro;
  5. Asistirán a éste el Presidente de la República i todas las autoridades i empleados civiles i militares;
  6. Se enterrará el cadáver en el presbiterio de la Iglesia Catedral;
  7. Todos los empleados civiles i militares vestirán luto durante un mes, contado desde el 8 del corriente;
  8. El Gobierno, por un decreto particular, fijará el dia i forma de las exequias.

Comuníquese a quienes corresponda e imprímase. —Santiago, Junio 7 de 1837. —Prieto. Joaquin Tocornal.


Núm. 343 [2]

Las reflexiones a que da lugar la trajedia representada por nuestro Ejército en los pocos dias de esta semana, mas son para sentirse que ponderarse. La imajinacion herida con lo inesperado i rápido del acontecimiento, no sabe en qué detenerse, si en la insensatez i perfidia de sus autores o en su funesto i melancólico desenlace. ¿Qué objeto se proponían los revolucionarios? ¿Evitar la expedición al Perú? —Pero esto era cerrarse el camino para la gloria i las nobles aspiraciones de un militar; era abandonar a la Patria, precisamente cuando reclamaba con mas empeño una consagración absoluta de sus fuerzas, cuando había arrojado el guante a un tirano estranjero i se presentaba en la escena política, estendiendo una mano protectora a los oprimidos, i proclamándolos santos principios de la Independencia i libertad de las naciones. —¿Era derrocar las autoridades populares i apoderarse violentamente del mando? —Mas, ¿qué debían esperar de una revolucion cuando todo se lo había concedido i todo se lo prometía la Patria?

El Coronel Vidaurre acababa de ser nombrado Jefe del Estado Mayor, i por entónces no podía aspirar a mas. A todos sus oficiales i soldados se les había colmado sus esperanzas, a todos se les había atendido aun mas allá de lo que alcanzaba su mérito. Por otra parte, ¿qué no debían prometerse a la conclusión de una campaña tan gloriosa, i de cuyo feliz éxito no era posible dudar? ¿Sería algún resentimiento con el benemérito Ministro que han inmolado? Ya se ha dicho que no había algún motivo aparente de queja; muchos de ellos, especialmente Vidaurre, eran amigos suyos i le debían particulares i recientes beneficios. Aun podemos añadir que el Ministro por aquella noble confianza que caracteriza a las grandes almas, había despreciado varios avisos acerca de la revolucion, queriendo ántes perecer a manos de los que había favorecido que resolverse a creerlos traidores. ¿Se habían vendido al enemigo de la Patria, a sus perversos e infernales ajentes? Solo en este pensamiento reposa la imajinacion, despues de haber apurado todas las hipótesis; pero, al mismo tiempo, se confunde al describir una verdad tan horrorosa. Soldados

  1. Este documento ha sido trascrito del periódico El Araucano, número 353, correspondiente al 9 de Junio de 1837. —(Nota del Recopilador.)
  2. Este documento ha sido trascrito del periódico El Araucano número 353, correspondiente al 9 de Junio de 1837. —(Nota del Rtcopilador.)