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SESION DE 22 DE JUNIO DE 1837

das del Gobierno autorizadas por la Lejislatura.

Si en esta perspectiva de paz universal se observa una excepcion lamentable, el Estado chileno, provocado por una agresion desleal, nada tiene que imputarse así mismo. Su Independencia i su honor le han puesto las armas en la mano; asegurados estos grandes objetos, volverá sin duda al sendero pacífico en que ha caminado hasta ahora.

El Senado, como todos los que desean que nuestras instituciones republicanas se consoliden, sostenidas por una juiciosa reforma de sus leyes, i en la administracion de justicia, no puede ménos de aplaudir el resultado benéfico que han empezado ya a producir los útiles trabajos del Gobierno. El se lisonjea de que el pronto restablecimiento de la seguridad interior i esterior, objeto precioso, inseparable de la conservacion i honor nacional i de una sólida Independencia, facilitará al Gobierno la prosecucion de sus tareas orgánicas, a que concurrirá con el mayor celo el Senado, en cuanto fuere necesaria su cooperacion. —Dios guarde a V.E. —Santiago, Junio 23 de 1837. —José Miguel Solar, Presidente. Juan Francisco Meneses, secretario. —A S.E. el Presidente de la República.


Núm. 336 [1]

Señor:

El sábado 3 del corriente, a las 2 de la tarde, estalló en la plaza de Quillota la sublevacion mas escandalosa que ha visto Chile, ejecutada por el Rejimiento de infantería "Cazadores de Maipú," que prostituido por el Coronel, atentó alevosamente contra la libertad del señor Ministro de la Guerra i jefes que le acompañaron, poniéndolos inmediatamente en estrecha prision i bajo la guardia de 150 bayonetas. El rejimiento de que dependo fué reunido en su cuartel tan pronto como se oyó el grito de la rebelion; pero, careciendo en aquel momento de su caballada i no teniendo tiempo para traerla de los potreros en que se hallaba, no fué tampoco posible obrar conforme a nuestros deseos, tanto ménos practicables cuanto que una parte considerable de las fuerzas sublevadas, se dirijió inmediatamente a sitiar nuestro cuartel i todas sus avenidas.

En estas circunstancias fué llamado por el Coronel Vidaurre, el señor Sarjento Mayor de mi cuerpo, quien, en consecuencia de su obedecimiento, recibió la intimacion de arresto bajo una guardia de los conjurados.

Nuestro Rejimiento se hallaba sobre las armas dentro de su cuartel, sufriendo con el mas vivo dolor el no poder desplegar toda su enerjía por el motivo indicado, i en esta posicion apareció el caudillo rodeado de un grupo de oficiales, compuesto de los de su cuerpo i de los del Estado Mayor, quién, encontrándome con el Rejimiento formado, me llamó a solas con el objeto de instruirme en todas sus deliberaciones i hacerme consentir que estaban apoyadas con el voto unánime de los pueblos, para comprometerme a tomar parte en su escandaloso atentado; me resistí como era consiguiente algunas horas; pero, conociendo que en aquel momento eran mas bien perjudiciales que útiles nuestros esfuerzos, i que el único medio de salvar el cuerpo era manifestarme conforme con las miras del caudillo, adopté este temperamento, contando siempre con la proporcion de obrar, como lo hago ahora, tan pronto como adquiriese la caballada, seguridad que me inspiraba la honradez i patriotismo de los oficiales del cuerpo, i de que el resultado de mis esfuerzos es una prueba bien satisfactoria. Efectivamente, conocí mui luego la utilidad de mi espresada precaucion; pues, tan pronto como me creyó decidido en favor de sus delincuentes pretensiones, solicitó los caballos necesarios para el cuerpo, i al efecto, me fueron proporcionados ayer tarde; con cuyo motivo, se resolvió el citado caudillo a emprender su marcha sobre Valparaíso. A las oraciones fué nuestra salida i a las 8 de la noche ya yo venía en retirada i había pensado avanzar hasta el espresado punto con el objeto de ponerme a las órdenes del señor Comandante de la plaza; pero, conociendo que el camino está todo cruzado por las fuerzas conjuradas, i que esto, i el pésimo estado en que se halla nuestra caballada podía entorpecer la marcha de mis planes, creí mas conveniente dirijirme a esa capital, i al efecto, lo verifico anticipando a V.S. este aviso, para que entre tanto, alijero mis jornadas cuanto me sea posible, pueda V.S. dictar las órdenes o determinaciones que juzgue conveniente sobre este cuerpo. La fuerza actual puesta a mis órdenes, asciende a 224 hombres, inclusos 12 soldados que acompañaban al señor Ministro, los oficiales ayudantes, don Fernando Martel i don José María Díaz, los tenientes don José del Fierro i don Vicente Oliva i el alferez don Pedro Moreno. El teniente don Tomas Yávar ha quedado con 25 hombres entre los sublevados, en razon a que fué con esta partida destinado a una división que marchó sobre Valparaíso la misma tarde que estalló la conjuracion; en el mismo caso se encuentra el teniente don Melchor Silva que, con una partida de 50 hombres, andaba con el jefe de la rebelion, como así mismo el capitan don Manuel Terán, los alféreces don N. Galindo i don Amaro Riquelme i los porta-estandartes don Fernando Tenorio i don Fermin Berra, que todos estaban empleados por el citado cabeza, en los momentos en que fué necesario emprender mi retirada. Las precauciones que he tomado les han instruido reservada

  1. Este documento ha sido trascrito del periódico El Araucano, número 353, correspondiente al 9 de Junio de 1837. —(Nota del Recopilador.)