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CÁMARA DE SENADORES

ANEXOS

Núm. 249

Conciudadanos del Senado:

Ha espirado el término porque se prorrogaron las sesiones ordinarias del período lejislativo, sin que, apesar de vuestras asiduas tareas, hayan quedado satisfechos vuestros deseos i los del Gobierno por el término de ciertos males que se advierten en la administracion de justicia, i que parece quedarán remediados con la sancion de los proyectos de lei que tuve el honor de someteros con este objeto. Es tal la gravedad de los daños que provienen del modo vicioso de proceder en ciertos juicios, que no es posible esperar al período de vuestras sesiones ordinarias en el año siguiente para remediarlos. A fin de que os ocupéis en este importante negocio i en otros de no menor interes i urjencia, que os someteré oportunamente, he resuelto, de acuerdo con el Consejo de Estado, convocar al Congreso a sesiones estraordinarias para el dia 3 del actual. —Santiago, Octubre 1.° de 1836. —Joaquin Prieto. Diego Portales.


Núm. 250

Conciudadanos del Senado i de la Cámara de Diputados:

La conducta que creo justa i necesaria en la cuestion pendiente con el Gobierno del Perú, está trazada de antemano por los antecedentes de que os hayais en posesion. La complicidad de los empleados peruanos en la expedicion dirijida contra las costas de Chile, hizo a la potestad suprema responsable de tan criminal atentado; i las disposiciones de que se hallaba animada esta misma no pueden seros dudosas si teneis presente la indiferencia con que el Gobierno peruano ha visto la salida de sus buques, cuando su destino no era ya un misterio para persona alguna; la inaccion absoluta con que ha aguardado los resultados de esta expedicion, que pudo detener en sus puertos o hacer retroceder fácilmente; i en fin, la impunidad de los cómplices oficiales i de algunos de los principales autores de esta odiosa trama, residentes en Lima i designados allí por la voz pública.

La providencia de aprehender los buques del Estado peruano, surtos en el Callao, fué una consecuencia tan natural como oportuna i justa de estos antecedentes. Habíamos visto emplear una parte de la Escuadra peruana en un atentado que tenía por objeto destrozar e incendiar nuestra Patria. No era prudente aguardar que se diese igual destino al resto de ella, como todo debía hacerlo temer, si la expedicion revolucionaria hubiese tenido mejor suceso.

Los sentimientos hostiles de la Administracion peruana no eran ya materia de conjeturas. Se nos debían satisfacciones i seguridades. En estas circunstancias, la captura de sus buques de guerra, por vía de prenda, para restituirlos cuando se nos hubiese hecho justicia, era una medida enteramente conforme a los principios del derecho público. Debo añadir que se tomaron todas las precauciones posibles para que, a este uso necesario de la fuerza, no acompañase ninguno de aquellos accidentes lamentables que no siempre pueden evitarse, i que apesar de nuestras intenciones hubieran podido darle un colorido hostil, que hiciese mas difícil la avenencia entre los dos Gobiernos. Bajo este respecto la conducta de don Victorino Garrido no ha dejado que desear. En el desempeño de ella, el celo i espíritu de este individuo i de los que iban a sus órdenes, los han hecho acreedores a la aprobacion del Gobierno i al reconocimiento de la Patria.

Un incidente del carácter mas grave, un ultraje público, perpetrado por órden de la primera autoridad, en la persona del Encargado de Negocios don Ventura Lavalle, ha sobrevenido desgraciadamente para poner el colmo a las ofensas anteriores, i hacer mas urjente i mas costosa la reparacion. Las inmunidades del representante de Chile han sido holladas. Me abstengo de calificar un hecho, cuya simple narracion, cual aparece en el documento que os acompaño [1], ha exitado la mas viva indignacion en todos los pechos chilenos. Deseo hablar el lenguaje de la paz; deseo creer que el insulto fué cometido en un momento de involuntario estravío; i me sería sumamente grato que el Gobierno peruano, dando lugar a consejos mas cuerdos, tuviese la magnanimidad de anticipar la satisfaccion a la queja.

Ha llegado ya el caso de hacer oír nuestras justas reclamaciones. Las haremos en el tono firme pero decoroso, que conviene a la justicia. Si el Gobierno peruano se aviene a darnos garantías de paz i las debidas reparaciones, nos apresuraremos a soldar los vínculos fraternales entre las dos Repúblicas, como lo exije nuestro propio interes i nos lo prescribe la causa comun de la América. Si, por el contrario, se rechazan nuestras justas demandas, no nos queda otra alternativa que correr a las armas, ménos para vengar ultrajes que para asentar sobre bases sólidas la futura seguridad del Estado.

Todo pende, pues, de la decision del Gobierno peruano. Pero, como entre el momento en que este rehusase satisfacernos i el de una declaracion solemne de guerra, pudiera mediar un intervalo considerable que mejoraría, sin duda, la posicion del enemigo; ocurro a vosotros, con acuerdo del Consejo de Estado, para que, en caso de no obtenerse reparaciones adecuadas i condiciones que afiancen la Independencia de

  1. Véase El Araucano adjunto pájina.