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SESION DE 29 DE AGOSTO DE 1836

sorpresa desagradable que le ha causado la salida de Freire i sus secuaces en dos buques peruanos; en vano ha querido suponer en el Gobierno la ignorancia de unos hechos públicos en Lima; en vano ha tratado de ponerse a cubierto de ulteriores cargos con una satisfaccion que felizmente no se le había pedido. Felizmente, sí; porque si el señor Lavalle hubiera dirijido anticipadamente alguna reclamacion, i manifestándose inquieto por los preparativos de Freire, o se había redoblado la vijilancia para impedir la venida de Flor del Mar o se había diferido para época mas propicia la salida de la expedicion. Vale mas haber recibido este testimonio desagradable, aunque provechoso, de la Administracion del Perú, que dormir en los brazos de una imprudente confianza, i no despertar sino cuando llamas devoradoras circundasen nuestro lecho.

¿Pero, es la Administracion del Perú, es el Jeneral Orbegoso, el único responsable de estos actos que se presentan con los caracteres distintivos de una verdadera hostilidad? Nosotros hemos visto celebrarse en la Paz un tratado que no es por cierto el documento mas insignificante del derecho público americano; hemos visto por consecuencia de él penetrar en el Perú un númeroso ejército de Bolivia; hemos visto a su jefe investido de una gran parte del poder supremo de la nacion que ocupaba; hemos visto dividirse una República, erijirse un Estado independíente, nombrarse en él por dictador al Presidente boliviano; i hemos contemplado absortos el desarrollo de todos estos planes, sin que sus autores se hayan acordado siquiera, para dar un aviso de cortesía, de que existe Chile en el continente americano. ¿No es tan indiferente la suerte de las Repúblicas hermanas para que no se nos ponga al corriente de sus vicisitudes? ¿Somos tan nulos en la sociedad de las naciones para que no se nos esplique las miras con que se ejecutan alteraciones tan trascendentales en la faz política de la América? ¿Han faltado medios de observar en este caso la práctica de todos los pueblos civilizados, existiendo en esta República Ministros de Bolivia i del Perú?

Difícil sería responder a estas preguntas sin que se trasluciese en medio de los descargos un deseo secreto de comprender a Chile en un plan de engrandecimiento. El Jeneral Santa Cruz no es un ser sobrenatural que pueda cerrar su corazon a las aspiraciones que enjendran brillantes triunfos i grandes adquisiciones territoriales, i cuando, al emprender i al seguir la carrera de su elevacion, no se ha dignado avisarnos donde debía terminar, nada tiene de estraño temer que talvez nuestra desgraciada patria se halle comprendida dentro de ese término fatal.

I al paso que estas observaciones debían despertar entre nosotros una escrupulosa vijilancia sobre la conservacion de nuestros derechos, ¿quién es el que aparece como protector de la faccion que viene a atacarnos? El Jeneral Orbegoso que debe al Presidente de Bolivia la autoridad que ejerce, i que por gratitud i por necesidad no puede dar un paso que no merezca su aprobacion. ¿Quién es el que continúa, en ausencia del Jeneral Orbegoso, desempeñando esta mision hostil a nuestra patria? El Jeneral Morán, que se ha presentado constantemente en la trasformacion del Perú como el ajente mas activo del Jeneral Santa Cruz.

Parece, pues, (i ojalá que padeciésemos una equivocacion!) que se ha tocado ya una evidencia amarga, aunque saludable, que la indiferencia aparente con que se nos ha mirado en la série de sucesos de que el Perú ha sido teatro no ha sido sino una enemistad encubierta, que nuestro reposo i nuestro bienestar han inspirado celos i no satisfaccion; i que los ilusos, que capitanea don Ramon Freire, no son sino los heraldos de otras expediciones ménos débiles i mas peligrosas para la Independencia de Chile. ¡Ojalá pudiéramos equivocarnos, repetimos, i que nunca llegasen a tener empleo los elementos que preparamos activamente para defender nuestros derechos i salvarnos de la deshonra!


Núm. 190 [1]

Cada nuevo descubrimiento que se obtiene en los pormenores de la expedicion de don Ramon Freire, corrobora los juicios que anteriormente hemos formado de la proteccion dispensada a los conspiradores por la Administracion de los Jenerales Orbegoso i Santa Cruz, i que ha formado todo el público chileno, sin poder reprimir las muestras de un justo resentimiento que es mui natural anime a un pueblo que conoce el precio de sus libertades i de su honor.

Nada se puede ya añadir a la certidumbre que dan a la intervencion estranjera los documentos i los hechos de que hasta ahora nos hemos hecho cargo; esas escrituras, en las que no aparece el menor indicio de haberse observado las leyes, procurando por un remate público la mayor ventaja en los arrendamientos, i en las que se abandonen escandalosamente los bienes nacionales a la responsabilidad de unos hombres desconocidos, sin patrimonio ni hogar; esa correspondencia del Jeneral Morán, en que las satisfacciones anticipadas, i la estudiada precaucion con que primero se trata de evitar el sumario, i despues se busca el medio de frustrar sus efectos, disculpando de antemano a las personas que pueden aparecer implicadas en el plan alevoso de los conspiradores, revelan fácilmente el misterio indecoroso de la cooperacion de las autoridades

  1. Este artículo ha sido trascrito del periódico El Araucano, núm. 313, correspondiente al 2 de Setiembre de 1836. —(Nota del Recopilador.)