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SESION DE 1.º DE JUNIO DE 1839

pendencia peruana. El Jeneral del Ejército Restaurador, despues de haber agotado en vano todos los medios honrosos i conciliatorios que estaban a su alcance; forzado, en fin, a deponer una moderacion a que se contestaba con insulto, se vió en la dura necesidad, como él mismo dijo a su Gobierno en el parte de 22 de Agosto, de derramar una sangre que hubiera querido ahoriar a costa de la suya propia. Se dió la batalla de Guias, i Lima fué ocupada por nuestras tropas el 21.

En medio de las operaciones hostiles al Gobierno, quedaba a los buenos oficios de la Gran Bretaña toda la importancia a que la hacían acreedora la justificación de aquel Gabinete, que hasta entónces había ejercido una influencia bienhechora en nuestros negocios, su poder i nuestro ínteres en granjearnos su benevolencia, determinó que acompañase a la expedicion restauradora con plenos poderes para obrar según las circunstancias lo exijiesen, un ministro de conocida ilustracion i celo, que había tenido parle desde tiempo atras en sus mas íntimos consejos; i le dió por especial encargo el de observar atentamente la situacion del pais, estudiar la opinion de sus habitantes con respecto al nuevo sistema federal, i calcular las probabilidades de suceso en la empresa que habíamos acometido, de restaurar la recíproca independencia del Perú i de Bolivia. Pensaba el Gobierno que el reconocimiento de la Confederacion, propuesto por la potencia mediadora, no podía fundarse sino sobre la suposicion de que los medios empleados por el Jeneral Santa Cruz, para el establecimiento de la Confederacion, habían sido justos i lejítimos; de que este arreglo político era conforme a la voluntad de los pueblos; i de que los recursos de Chile eran insuficientes para una lucha contra el dominador del Perú i de Bolivia. Los sucesos de Julio en Lima habían añadido, a los que ántes teníamos, datos irrefragables de la injusticia i perfidia con que don Andrés Santa Cruz había procedido en la ereccion de su imperio federal, i sobre la impopularidad de su obra. Sabíamos que el Congreso de Bolivia no había querido ratificarla, i eran notorias las providencias de rigor i violencia con que en Julio de 38 se obtuvo finalmente la accesion del Congreso lejislativo boliviano. Aun esta accesion forzada de un cuerpo cuyos miembros mas distinguidos estaban confinados en calabozos, no se prestó sino bajo condiciones que debían discutirse préviamente por los Estados Peruanos, para que ellas i la Confederacion tuviesen efecto. Veíamos, en suma, por todas partes síntomas claros de la aversion de los pueblos al sistema de Confederacion; i los eventos que siguieron a la jornada de Yungai, han demostrado que las noticias de que sobre todo esto se hallaba en posesion el Gobierno eran perfectamente exactas. Se podía, pues, esperar con toda confianza que los esfuerzos de Chile i de las provincias arjentinas iban a ser poderosamente ayudados por los de los pueblos de las dos repúblicas oprimidas, luego que a la luz de los hechos se desvaneciesen las malignas especies que artificiosamente se habían sembrado contra los designios de Chile. Apesar de la confianza que debían inspirarnos estos antecedentes, i que ha sido tan completamente justificada por los sucesos, la mision del Ministro Senador don Mariano Egaña tuvo por objeto principal examinar profundamente el verdadero estado de las cosas, e instruir de todo al Gobierno, para que pudiese discutir con pleno conocimiento las indicaciones de la Alta Potencia Mediadora; i con presencia de los informes de este Plenipotenciario, el Gobierno creyó que no podría dar una prueba mas acendrada de sus justas i moderadas intenciones, que remitir el punto principal de la contioversia a la libre decision del pueblo peruano. Creíamos que merecería la concurrencia del Gabinete Británico una proposicion que se dirijía a someter la Confederacion Perú-Boliviana a una prueba que, si le era favorable, le daba un título verdadero de lejitimidad, cualquiera parte que la violencia o la mala fe hubiesen tenido en su establecimiento, i si le era contraria, ponía término a las calamidades de la guerra, restableciendo el órden antiguo i haciendo patentes a todos la injusticia i la inconveniencia del nuevo.

Dos veces se propuso este arbitrio a los respetables Ajentes Británicos encargados de la mediacion; una por el Plenipotenciario don Mariano Egaña, en el Perú, i otra por el Ministro de Relaciones Esteriores, en esta capital. Ambos lo juzgaron inadmisible, no, a la verdad, en cuanto a la sustancia, sino en cuanto al medio propuesto por Chile para esplorar la voluntad del pueblo peruano, sin el peligro de que se reprodujese el irrisorio simulacro de asambleas deliberantes que había dado el ser a la Confederacion Perú-Boliviana. Pero aun no estaba cerrada la discusion, cuando la noticia del espléndido triunfo de Yungai, del rápido levantamiento del Perú i de Bolivia, de la deposicion del Jeneral Santa Cruz, no solo como protector de la Confederacion, sino como Presidente, i de su espulsion de ámbos territorios, puso término a ellas, i demostró al mundo que la injusticia, la obstinacion i la temeridad no estaban en esta contienda del lado de Chile.

Si aun pudiese quedar alguna duda en espíritus prevenidos contra el desinteres de nuestras miras, la conducta que observa actualmente i a que siempre será fiel el Gobierno, la disipará del todo. No hemos intervenido de modo alguno en los negocios internos del Perú, cualquiera que hubiese sido la persona en quien depositase el pueblo peruano la autoridad suprema, hubiéramos respetado su eleccion. Esta ha sido nuestra política respecto de todos los Estados Americanos, i lo será respecto de Bolivia i de cualquier otro que se halle en igual caso. Se ha dado órden